La Tinto, mediodía del miércoles previo al traslado. Quedan 30 horas para la apertura oficiosa de la Semana Santa, un día más para el arranque oficial. En esta pequeña tienda pegada al templo de Santiago El Burgo, una mujer maniobra sin detenerse ni perder el cuidado o el pulso. Hay carga de trabajo, pero también necesidad de hacerlo bien. De frente al cliente, la plancha, casi siempre en uso; a la derecha, un montón de túnicas y otras prendas vinculadas a la Semana Santa: «Todas esas que ves ahí, me llegaron ayer».
La mujer que hace el apunte mientras agarra la plancha después de coger una nueva prenda es Carmen Esteban, la responsable de La Tinto. Sí, La Tinto es una tintorería, ahí no hay misterio. Donde se encuentra la miga de este asunto es en el trabajo que esta profesional debe realizar durante las horas previas a la Semana Santa para poner a punto todo lo que acaba en sus manos para que ella lo deje como nuevo a contrarreloj.
«Vienen a última hora porque cuanto más tarden en llevársela, mejor planchada la van a tener, y también recién limpia», explica Esteban, que admite que este año en particular su negocio está teniendo bastante jaleo. Eso, incluso si se tiene en cuenta que «más o menos el 70% de la gente» deja hecha la jera después de las procesiones del año anterior, desde la consciencia de que «quitar la suciedad después de tantos meses no es lo mismo que actuar sobre las manchas recientes».
Con todo, los clientes de última hora proliferan. Y Carmen Esteban ya lo sabe. Son 13 años de experiencias de todo tipo en La Tinto: «Un Lunes Santo me trajeron una estameña que necesitaban para ese mismo día», recuerda la profesional, que no elude la carga y que hace horas extra para cumplir con todo el mundo. En los dos días anteriores, ni siquiera ha parado para marcharse a comer. La jornada ha sido continua desde las nueve y media de la mañana hasta las ocho de la tarde.
De hecho, no es raro que, en semanas como esta, Esteban sueñe con capas de La Tercera Caída: «Es lo que más me traen, porque son de raso, llevan mucha tela y son difíciles de planchar. A medida que avanzas, se te van arrugando algunas partes», señala la profesional de La Tinto, que matiza que de los cofrades le llega de todo y, en ocasiones, con manchas que exigen más de una vuelta y de dos.
La cera del Yacente
En esta campaña 2023-2024, uno de los retos que ha tenido que afrontar Esteban ha tenido que ver con la túnica del Yacente: «Han cambiado la cera y, con las prendas que se mancharon, ha sido imposible quitar el tinte rojo. Hay que tener cuidado», apunta esta autónoma, que explica que la suciedad del suelo «también penetra mucho en la estameña» y complica su tarea en la tienda.
En esos casos, se hace más ardua la tarea de «desmanchar, quitar la cera, echarle productos a la túnica y repetir esto dos o tres veces». Con las indumentarias de determinadas cofradías, incluso toca descoser los escudos para poder actuar, aunque «la plancha es lo que más tiempo lleva» y la parte que más complicación horaria le está generando a Esteban durante estos días previos a la Pasión. «La Tercera Caída es la más difícil y la Soledad la más sencilla», aclara esta zamorana sin abandonar en ningún momento su tarea.
Lo que tampoco deja de hacer la dueña de La Tinto es sonreír mientras se explica: «Ya contaba con el aluvión», reconoce Esteban, que indica, no obstante, que «hay un momento en el que no puedes planchar más» y que sostiene que tampoco puede dejar de lado al resto de su clientela por la Semana Santa. En estos días, le toca multiplicarse; luego, cuando los cristos y las vírgenes regresen a sus templos, seguirán llegando los encargos, pero ya sin tanta prisa.
Túnicas de un año para otro
«A partir de ahí, ya no me agobio. Incluso hay gente que deja aquí las túnicas de un año para otro», asevera Esteban, que insiste en que la vida útil de estos trajes, que «son muy caros», se incrementa sensiblemente «si se traen directamente». «A la gente que viene justo ahora le echo la bronca», advierte divertida la responsable de La Tinto, que precisamente en marzo comienza una temporada alta que no cesa hasta diciembre.
«Después de la Semana Santa vienen las comuniones, las bodas y los cambios de temporada», argumenta Esteban, que ya vislumbra el final de este sprint: «Cuando llegan el lunes, el martes y el miércoles, la gente suele tenerlo todo resuelto».