Como decíamos ayer, vamos a hablar de vinos con historia. Y esta es mía.
¡Hola, soy Ester, del Insta! Y un emoticono de la manita saludando. Así empezó todo.
Y no lo sabía.
Unos días después la conocí en persona. Parecía que se movía, en mis ojos, a cámara lenta. Tan alta. Tan guapa. Con aquella melena al viento. Llevaba un peto vaquero. Me monté en el coche rojo y fuimos a ver un viñedo que había sido siempre de su familia, no quería que se perdiese y su deseo era sacarlo adelante. La habían regalado mi libro y pensaba que yo la podría asesorar. Tras ver el viñedo, no se si por el entusiasmo o vaya a saber por qué, dije “creo que esto es un lío, pero os voy a echar una mano”. De allí nos fuimos a probar su vino. Por muy prendado que me tuviese, se lo tuve que decir – ¿Sabes que no habéis hecho la maloláctica y se os está oxidando, verdad? – Así que no sé si para resarcirse, decidió que fuésemos a una bodega cerca de su pueblo, donde solía comprar ella su verdejo favorito.
Normal que lo fuese. Los Valles tienen el mejor suelo y climatología para la variedad verdejo. Los suelos franco arcillosos con canto rodado, y de crácter ácido, unidos a la alta continentalidad hacen que se preserve la acidez natural de maravilla. Llegamos a una bodega pequeña a la que se accede por un camino en Sitrama de Tera. La bodega, fundada en 2014, tiene 30 hectáreas de viñedo a los pies de la sierra de La Culebra. El proyecto de Javier y Miguel se sustenta en un proverbio indio que reza “No heredamos la tierra de nuestros ancestros, la tomamos prestada de nuestros hijos”.
Y usando como clave de bóveda esta frase, han apostado por la producción ecológica en sus viñedos para la gama “Sitrama”. Fueron de los primeros en Castilla y León en certificar sus vinos para consumo vegano. Toda la energía que utiliza la bodega para su producción es ecológica. Han ido más allá en el empaquetado, ya que sus etiquetas son de papel reciclado, usan botellas ligeras o incluso sus tapones de aspecto “sintético”, no lo son, son elaborados de pasta residual de caña de azúcar prensada.
Los vinos están inspirados en los elementos. Metallum es un verdejo joven. Ignis, su rosado de estio pálido de Prieto Picudo. Dos son sus tintos de tempranillo. Terra y Aqua, joven y crianza en roble húngaro respectivamente. Todos ellos con una relación disfrute–precio muy buena. Pero su vino favorito, era Lignum, un verdejo con barrica de roble francés.
Su elaboración, las condiciones de la zona y su permanencia en barrica hace que sea uno de esos vinos que rompen el paradigma de “verdejitos”, pudiendo beber a un módico precio un vino que tiene cuatro años en botella y no ha perdido un ápice de frescor por un módico precio. Ya son muchas las cosechas y momentos en los que he catado este vino y siempre estás bebiendo un blanco fresco y complejo. Es que no me cansaré de decirlo: hay que beber blancos con tiempo sin caer en el infanticidio.
No me atrevería a hacer una nota de cata de aquel día, ya que estaba flotando, pero hoy te puedo decir que su cosecha 2019 presenta una intensidad media – alta en nariz, con notas vegetales de mata de tomate y un toque de hinojo, frutas blancas como melón, pera o ciruela claudia muy madura. Algo de zumo de naranja y bayas espinosas. La barrica le ha dado un toque a flor de vainilla, mantequillas y pimienta blanca. Le aporta complejidad un toque terroso. Al beberlo, tiene el cuerpo justo pero una buena acidez. Permanece en la boca el beso de piña, lima y pimienta, con una sensación a frutos secos y leche.
Ya por la tarde me dejó en el mismo sitio. Diez minutos después estaba preguntándola cuando volvíamos a quedar para tomar un vino. Se que no soy nada importante pero hacía mucho que no me leías ¿No te preguntas por qué? Ya me reincorporo. El pequeño Raúl, nuestro segundo pequeñajo, ya ha cumplido dos meses. Seguro que si no bebiese vino, no tendría la suerte que tengo. Bebed vino. Hacedme caso.
Vino: Lignum.
Elaborador: Vega de Tera.
Zona: Valles de Benavente – acogido a VTCyL.
Variedad: Verdejo
Crianza: 8 meses en roble francés
Precio: 9,50 €.