Faltan treinta minutos para que el público entre en la sala y todo empiece. Sobre las improvisadas tablas, que otros días ejercen como escenario de los plenos municipales del Ayuntamiento, algunos de los intérpretes dejan caer los brazos, se estiran, conversan, analizan los espacios, realizan ejercicios vocales, se ríen para espantar los nervios y ajustan determinados movimientos. Los once actores y actrices esperan al compañero número doce, que llega tras solucionar un contratiempo, agarra los zapatos y se coloca para la última fase del ensayo.
Desde atrás, los técnicos de iluminación y de sonido corrigen los detalles finales con el coordinador, Daniel Moreno. Quizá, las condiciones no son óptimas para que todo salga perfecto, pero el objetivo del elenco es acercarse a una representación lo más redonda posible. En apenas unos instantes, los actores y las actrices subirán las escaleras del edificio municipal de Fermoselle en el que se encuentran, se maquillarán, gritarán con fuerza para ahuyentar la tensión y saldrán a representar la obra «Sí, pero no lo soy», un texto cómico de Alfredo Sanzol.
Todas las personas que están a punto de participar en esa representación forman parte de un mismo proyecto artístico y laboral. Se trata del programa de formación y empleo «pionero en España» organizado en Zamora por la Fundación Munus. Los participantes, intérpretes y técnicos, han sido instruidos durante tres meses en la materia y han sido contratados a lo largo de los nueve siguientes con la remuneración acordada y con el objetivo de poner en práctica todo lo aprendido.
Ahora, el elenco de actores y actrices y el personal del sonido, la iluminación y la logística se encuentran en la fase final del programa, y por eso acuden a lugares como Fermoselle para representar la obra. El proyecto, impulsado por el Gobierno, cuenta con el apoyo de los fondos Next Generation y tiene como objetivo «habilitar al grupo lo mejor posible para que todos ellos puedan llegar al mundo laboral de la mejor manera posible». Es decir, que los intérpretes que este sábado pasaron por uno de los rincones más bellos de La Raya acaben por convertirse en artistas profesionales.
El encargado de explicar todo esto, mientras los chicos y chicas están arriba y el público va accediendo a la sala, es el coordinador del proyecto, Daniel Moreno, que durante estos meses ha trabajado con un grupo «muy heterogéneo». «Algunos ya tenían formación, otros eran amateurs y algunos no habían hecho nada. Nosotros queríamos hacer un programa donde todo el mundo se desarrollara», señala el responsable de esta compañía de teatro que ha nacido para la causa.
Moreno aclara que todos los intérpretes tienen entre 20 y 30 años y explica que los ensayos se han desarrollado durante estos meses en el «pequeño cuartel general» del programa, que se ubica en las instalaciones del seminario de Zamora. Desde antes de que concluyera el año pasado, la actividad en esas dependencias se ha centrado en preparar el texto de Sanzol para «sacarlo al mundo». «Ahora estamos en esa fase», recalca el coordinador.
El responsable del proyecto añade que el viaje de estos aprendices por los pueblos del entorno cumple varias funciones. Entre ellas, conseguir que los chicos y chicas «cojan tablas» a través de su presencia en escena, la mirada del público o el dominio de un texto, pero también aparece «un valor diferencial» de la iniciativa, que reside en la importancia de «generar un impacto en la comunidad, en lo social». «Se trata de que todas estas funciones reviertan en los pueblos de Zamora», apostilla.
Daniel Moreno defiende «el acceso a la cultura en los pueblos» y reivindica un concepto ya citado por uno de los poetas universales que ha dado España: «Ya lo decía Lorca, el teatro o es social o no es teatro. Tiene que tener un componente de contacto con la gente, de educar, de ofrecer una pequeña enseñanza y de ilustración», enumera el «referente» del elenco de actores y actrices, que ya presentaron la obra en Carbajales de Alba o en Cabrerizos (Salamanca) y que tienen en agenda algún otro pueblo de Zamora y de otras provincias de Castilla y León.
«Si no se hacen estas cosas, el pueblo estaría muerto»
Cuando Moreno termina de contar los detalles del programa, la sala está prácticamente llena. De hecho, las concejalas de Cultura y de Fiestas, Tita Fidalgo y Begoña García, buscan sillas donde pueden para tratar de habilitar algún espacio extra y que los vecinos no se queden con las ganas de ver la obra: «Estas cosas son muy importantes para un pueblo como este», añade la primera de ellas, que subraya que, en Fermoselle, la idea es programar acciones culturales siempre que es posible.
Claro, todo resulta más sencillo cuando actividades como esta son «totalmente gratuitas». «Durante el invierno, gracias a los Circuitos Escénicos de Castilla y León, traemos otros teatros, magia o algunos conciertos. Nos viene muy bien, porque si no estaría muerto el pueblo. Así la gente se mueve», incide Fidalgo, que pronto regresa a la tarea de ajustar el espacio para permitir que algo menos del 10% de los vecinos de la localidad quepan en la sala. «Sillas tenemos más de 70, pero va a haber gente de pie», matiza.
Lo cierto es que cuando los actores y las actrices aparecen en escena, casi no cabe un alma en el «teatrillo» improvisado de Fermoselle. Quienes llegan un poco tarde toman dos caminos: o entran como pueden o admiten la derrota y se dan la vuelta. Todos ellos y quien lo mira desde fuera constatan que el espectáculo interesa, que la cultura atrae a las personas de los pueblos.
Proyectos como este reivindican esa importancia de trasladar el arte a cada rincón, aunque el programa, como muchas de estas iniciativas, tiene fecha de caducidad: «Sería muy enriquecedor volver a hacerlo», concede Moreno, que tras la primera edición tiene claro dónde se podría mejorar. «Con el desempeño y la entrega de los chicos y chicas estamos muy contentos», deja claro el coordinador antes de que las luces se apaguen, las puertas se cierren y suene la música.