Si usted vive en la zona de Pantoja, Las Viñas o incluso el entorno de Peña Trevinca, quizá esté acostumbrado a oírlos de fondo. Medio a oscuras, en las afueras, al pie de alguna de las discotecas de moda que se ubican cerca de la Carretera de Villalpando, unas 80 personas caminan a paso lento mientras hacen sonar las cornetas y los tambores. Si de verdad lo escucha desde casa, ya se habrá acostumbrado. Estos zamoranos llevan varios meses de ensayo machacón: de lunes a jueves, de 20.30 a 21.30 horas, con un compromiso que desplaza a otras prioridades. Muchas horas para alcanzar el momento clave con el sonido lo más afinado posible.
Estas 80 personas, mayoritariamente hombres de distintas edades, más allá de alguna niña, forman parte de las bandas que abren las procesiones de La Tercera Caída, el Vía Crucis, La Esperanza, Jesús Nazareno y La Soledad. Cada año, desde el mes de octubre, se plantan en la ubicación que les corresponda y comienzan a prepararse para la Pasión. Muchos de ellos tocan en las cinco cofradías mencionadas; otros se limitan a una o a dos, pero todos comparten ensayos, disgustos, nervios y esa pasión desmedida.
El sacrificio
Desde hace seis años, el jefe de la banda del Vía Crucis y La Esperanza es Enrique Hernández, que acumula 17 en el grupo: «Esto es afición. A la gente le gusta y viene, pero hay que sacrificar muchas cosas», admite el responsable del conjunto, que recuerda que el compromiso de cuatro días por semana durante varios meses exige una constancia que a veces se quiebra: «Los jefes de banda nos llevamos nuestros achaques, porque tienes que tirar de la gente, pero lo vamos consiguiendo», asegura.
¿Y por qué tanto ensayo? «Siempre hay que tener en cuenta que no somos profesionales. Lo nuestro es a base de oído, de tocar y de practicar. La corneta requiere de mucha embocadura y, si no ensayas, por mucho que te sepas las marchas, no puedes tocar. Nuestra intención es que todo quede lo mejor posible e innovar una marcha cada vez que se pueda», asegura Hernández, que asevera que cuentan con un repertorio de «30 o 35 diferentes».
Mientras uno de los jefes de la banda explica el contenido práctico y sentimental que une a este grupo de personas, varios niños y niñas se van colocando en la fila que se forma a imagen y semejanza de una procesión: «Los hay que son hijos de los miembros adultos y los que no. Lo importante es que vengan empujando, porque son el futuro de esto. Nosotros nos vamos haciendo mayores», admite.
Horas para «salir en condiciones»
Por su parte, el jefe de la banda del Jesús Nazareno, Ricardo Hernández, comparte varias de las reflexiones de su compañero y añade que la hora de ensayo sirven para que todos se «relajen y se desinhiban»; también para que alcancen el nivel exigible: «Hacen falta muchas horas para salir en condiciones. Este año hemos hecho alguna de menos y se va a notar», advierte el responsable del conjunto.
Para Hernández, «la corneta es el instrumento más duro que existe». «Dejas de tocarlo una semana y se te va el labio, pierdes la embocadura», asevera el responsable de la banda que se planta a las cinco de la mañana del Viernes Santo al frente del desfile más multitudinario de la Semana Santa zamorana: «Sentimos orgullo, pasión, ganas y muchos nervios», reconoce.
El último de los jefes en hablar será el primero en salir. Lo hará el Lunes Santo, en su estreno en la responsabilidad como jefe de banda de la Tercera Caída. Cristian Gómez afirma que tiene «ganas» de dar el primer paso en la salida de la iglesia de San Lázaro y conseguir que «la gente pueda verlo con gusto, sentir que ha merecido la pena». «Somos las bandas que anuncian la procesión», recuerda, convencido de que todo esto tendrá continuidad: «Si no hay relevo, nos tendremos que buscar y moverlo», aclara.
Uno de los que van pidiendo el cambio es José Carlos García. Son más de 30 años en la banda, desde sus inicios: «A ver si inauguramos el Museo de Semana Santa», desliza, como apuntando el momento escogido para el retiro: «Ahora tenemos esta zona y un local donde ensayar si hace frío, pero antes era todo en la calle. Lo que hacíamos nosotros, no lo hacía nadie», recalca este veterano, que abunda en dos argumentos ya citados por los jefes: desconexión y amor por la Pasión zamorana.
Después de la charla, suenan los tambores y las cornetas. Los miembros de las bandas avanzan a paso lento por un escenario de polígono y tocan. Luego, tocan otra vez más. Queda un mes para la Semana Santa y el cosquilleo ya sube por las extremidades de quienes, con su música, anuncian que viene la procesión.