En los primeros días de agosto de 2022, cuando Zamora necesitaba alguna historia que dibujara una sonrisa entre la gente tras el drama de la Sierra de la Culebra, un grupo de niñas se ganó el corazón de la provincia con una improvisada manifestación para pedir un parque en su pueblo. En una comitiva con pancarta incluida, las pequeñas alertaban sobre la falta de diversión que acarreaba la carencia de columpios, toboganes o subibajas en plenas vacaciones estivales, y reclamaban que las autoridades competentes se hicieran cargo del asunto.
Aquello ocurrió en Olmo de la Guareña, una de esas esquinas de la provincia donde a veces resulta incómodo mirar para quienes tienen que ofrecer las soluciones. A raíz de la manifestación infantil, el Ayuntamiento de Vallesa, del que depende el pueblo sin parque, le pasó la pelota a la Diputación, que recordó a su vez que el municipio podría haberse acogido a una línea de ayudas específica para estos asuntos. Pero no lo hizo.
Agostó pasó entre discusiones de mayores y el parque siguió sin llegar. Ahora, ha pasado año y medio y todo sigue del mismo lado, con la perspectiva de que el verano de 2024 vuelva a hacer visible la misma carencia en Olmo, que en la parte más cruda del invierno solo tiene 16 vecinos, pero que eleva la cifra hasta «los 300 o 400» cuando el estío se encuentra en su apogeo.
En los vídeos que uno puede encontrar en Youtube si teclea el nombre de la localidad, queda patente el ambientazo veraniego: torneos de frontenis, excursiones nocturnas, comidas de hermandad, desfiles de peñas, bailes regionales y muchos niños: «Durante el año, hay tres los fines de semana, la mía que viene de Salamanca y otros dos de Ávila. Luego, hay algunos que vienen en los puentes y ya en agosto un montón», repasa Consejo del Brío, natural de Olmo e hija de una de las mujeres que residen de continuo en el pueblo.
Del Brío recuerda aquella manifestación, nacida del aburrimiento de las niñas que la promovieron, y repasa las palabras de los responsables del municipio, que pronto enterraron las esperanzas. Esta mujer no culpa al Ayuntamiento, entiende que puedan existir otras necesidades más acuciantes, pero lamenta que el antiguo parque infantil se hiciera «en una zona sin sentido», que se convierte «en un lodazal» cuando el Guareña se desborda y que, además, se ha abandonado de manera evidente hasta convertirse en una zona impracticable.
Una nueva ubicación
«Llevamos años pidiendo que el parque se haga en la antigua plaza», señala Del Brío, que explica que eso permitiría que los pequeños se quedaran dentro del pueblo y que los padres pudieran estar pendientes, echar un ojo: «Se trata de que pongan un tobogán, un columpio y poco más», matiza esta vecina, que admite las dificultades que genera «la fluctuación enorme» de población que registra el pueblo. Ya en primavera se nota la subida y, con el calor, llega la explosión. Eso sí, un jueves de enero cualquiera, los niños no son ni una ilusión por aquí.
«La pena es el abandono», incide Del Brío, que apunta que, «si los niños no tienen dónde entretenerse, no van a querer venir». El miedo de muchos padres es que esa circunstancia les vaya apartando de un pueblo con el que algunos ya mantienen un contacto bastante intermitente.
En todo caso, con o sin parque, la voluntad de las gentes de Olmo, muchas de ellas hijos de la tierra que emigraron mayoritariamente al País Vasco, es mantener vivo el pueblo de la manera que puedan. Incluso, aunque ahora estén también sin bar. El arraigo que muchos sienten puede con todo lo negativo.