El sonido de los cencerros se cuela entre las sinuosas calles de Villanueva de Valrojo hasta el punto de que es imposible saber a ciencia cierta de dónde viene, si de la entrada al pueblo o si del centro de la localidad. Es el aviso acústico del carnaval del pueblo, protagonizado por unos personajes de disfraces coloristas, trajes floreados y combinados entre sí. Son los Cencerros, que recorren la localidad a buen ritmo aunque, como reconocen los protagonistas, el carnaval ya empieza a pesar en las piernas, en la espalda (cada uno carga con varias de cencerros) y en el alma. “El mío ha llegado esta mañana a las ocho a casa, y aún le queda hoy y mañana”, apunta la madre de uno de los mozos disfrazados.
Los participantes llegan al pajar para iniciar una celebración en la que no hay normas, recorrido, horarios, trajes propios ni liturgia. Hay tradición, una casa particular donde se depositan los enseres y un grupo de amigos que deciden dejar un rato su lugar de reunión para disfrazarse y continuar con la celebración que han recibido de sus padres.
Cogen lo que mejor les parece («intentad que la parte de arriba coincida con la de abajo», se lee en una pizarra dentro del pajar) y comienzan a recorrer las calles amenazando con látigos, escobas, tenazas o palos cargados, cada uno, con la cantidad de cencerros que estiman que pueden soportar.
El fin último del domingo y del lunes suele ser el mismo, recorrer el pueblo para pedir el aguinaldo, que aún se entrega en algunas casas. El Martes de Carnaval más de lo mismo: recorrido por las calles del pueblo, pero con un aliciente nuevo. Se juntan dos o tres amigos o amigas y deciden montar “un número”. Generalmente son sobre temas de actualidad, como el año pasado, cuando cobraron protagonismo los incendios que en 2022 asolaron la zona. Así que se disfrazan al efecto y lo escenifican en varios puntos de la localidad, aunque desde hace dos o tres años suelen concentrarse todos en el pabellón multiusos de la localidad, en el que tienen lugar los bailes nocturnos.
Precisamente, será ese pabellón, el martes, el punto final de las fiestas con la aparición efímera y sólo en ese momento de los Diablos. Como almas en pena, hacen su aparición casi al final del baile, tres Diablos, con máscaras de corcho y apliques de hojalata y cuero, capas pardas y aspecto fúnebre, llevando tornaderas y un caldero con azufre ardiendo, sin hablar. Será el fin de fiesta, el inicio de la Cuaresma.