¿Qué une a dos localidades como Pajares de la Lampreana y Fuentelapeña? A bote pronto, su pertenencia a la provincia de Zamora y poco más. Estos dos pueblos, ubicados en comarcas distintas y separados por 80 kilómetros y casi una hora en coche, tendrían una relación distante si no fuera porque, en 2010, un emprendedor ambulante decidió que, de las cinco paradas que iba a hacer a la semana, dos serían en estas localidades. En Pajares y en Fuentelapeña comen la fruta y la verdura que les lleva David Paños.
Lo cierto es que si uno busca Toro en el mapa entiende un poco mejor la decisión. La localidad de la que procede Paños se ubica prácticamente a medio camino entre los citados pueblos: «Empezamos después de la crisis de 2008, con la intención de dar un servicio semanal fuera de los mercados grandes», explica el dueño del negocio, mientras trata de protegerse del viento que incomoda la venta matinal. Es lo que tiene la vida del ambulante.
Con esa premisa de huir de los principales puntos de venta, Paños optó por escoger cinco localidades, tres en Valladolid y las dos citadas de Zamora, para desplazarse un día a la semana a cada una de manera repetitiva. Y algo hará bien, porque ahí sigue trece años después: «Esto compensa porque satisface. Al final, lo pequeñito es lo que te llena», asegura el responsable de la frutería.
«La teletienda» que ha seguido tras la pandemia
El hecho de ir más de 50 veces al año a cada sitio y de plantarse toda la mañana en el pueblo a atender a la clientela ha permitido que el proyecto de este toresano agarre con fuerza en cada zona a la que va. Incluso en pandemia, Paños y su equipo hacían «como una teletienda». «Llamaban, se lo preparabas y se lo llevabas a la puerta. Con algunas personas mayores, lo seguimos haciendo ahora», subraya.
Lo cierto es que, durante una de sus mañanas de venta en Fuentelapeña, el puesto va despachando ventas a un ritmo nada desdeñable y con el buen ambiente que genera la afinidad adquirida con la clientela a través del paso de los años: «Al principio cuesta hacerse con la gente, pero luego los pueblos responden», asevera una de las trabajadoras, Rocío Santos, que admite, eso sí, que «el invierno es largo» por estos lares.
Muchos territorios se vacían un poco más en los meses de frío y negocios ambulantes como este viven «de quien está en el día a día». «Ahora, parece que con las historias estas del teletrabajo hay más gente joven que se quiere quedar», apunta santos esperanzada, mientras se parte de risa con una clienta que le espeta: «Dame un tomate que sepa a algo».
Los miembros de la frutería de David Paños insisten en que, siempre que pueden, trabajan con los hortelanos de su zona y, en cualquier caso, buscan lo nacional antes que lo de fuera. Esa es otra de sus máximas para que clientelas como las de Pajares o Fuentelapeña sigan acercándose al camión los miércoles o los jueves para abastecerse en su entorno rural y llevarse a casa esos productos que les conectan, a pesar de estar lejos.