Aunque ayer hubo 300 tractores en las calles de Zamora en lucha por los derechos del campo, la memoria colectiva se quedará a buen seguro con la tractorada del pasado martes. 400 vehículos y unas 700 personas a pie cercaron literalmente la ciudad en un día que ha supuesto un antes y un después para el movimiento surgido del WhatsApp, que se inició en Zamora y que después se contagió a otros territorios del país.
Durante prácticamente doce horas no se pudo entrar ni salir de Zamora, las fuerzas del orden público se vieron desbordadas, los autobuses escolares no pudieron recoger a los niños, las ambulancias tardaban en llegar al hospital y se produjeron retenciones de más de veinte kilómetros en las carreteras, por enumerar unas pocas de las cosas que pasaron el martes. «Fue demasiado bestia», reconoce a este periódico un agricultor de Sayago. «Mucho».
De hecho, aunque el plan inicial era «mantener la presencia» durante las jornadas del miércoles y el jueves, dejando el viernes el protagonismo a las asociaciones agrarias, lo acaecido el martes obligó a dar un volantazo. La presencia de agricultores en las calles de Zamora y en las carreteras ha sido testimonial en los citados días. Salvo un corte muy puntual de la N-122, no ha habido nada que destacar desde entonces y hasta ayer. «No hace falta ser un lince, no nos van a pasar una más», asegura el mismo agricultor sayagués.
El impacto generado el martes es tal que ha dividido a los agricultores. Los hay que son más partidarios de esperar ahora, dar el paso a las organizaciones agrarias y que ellas comanden las negociaciones una vez el descontento del campo se ha hecho visible de una forma tan palpable. Y los hay que son partidarios de mantener la presión, como otro de los agricultores consultados para elaborar esta información, este del entorno de Toro. «Ahora hay que apretar», asegura, parco en palabras.
Así las cosas, es pronto para decir con exactitud qué pasará en los próximos días, pero todo apunta a que la protesta perderá intensidad. Ni los agricultores más optimistas con el futuro del movimiento surgido de las redes sociales se atreven a pronosticar una movilización tal como la sucedida el pasado martes.
Por parte de las organizaciones agrarias, aunque de cara al exterior solo se verbalicen muestras de «respeto» a todas las manifestaciones, la sensación es que el descontrol del martes viene a reforzar su posición, tanto como representantes del sector como a nivel de negociación con las autoridades. Es precisamente este último punto, el de la negociación, uno de los que más ha flaqueado en los movimientos espontáneos de los últimos días. Las autoridades, aún teniendo voluntad (más o menos, según cada caso) de sentarse a hablar, no encontraban un interlocutor válido. «Las protestas son para algo. Esto no va a hacer ruido por hacer ruido, ni de joder a la gente porque sí. Si protestamos, es para sacar algo en claro, para negociar y conseguir algo», aseguraba ayer a este periódico un miembro de la Alianza UPA-COAG.
Tampoco hay nuevas movilizaciones oficiales a la vista de las organizaciones agrarias, que abren ahora un horizonte negociador en el que dan un plazo de tres meses a las autoridades para llegar a acuerdos. Acuerdos como los que ayer viernes defendieron Lorenzo Rivera (COAG), Aurelio González (UPA) y Ramón Romo (Asaja), que pasan por acometer una «reforma intermedia» de la PAC, eliminado condicionantes como la rotación de cultivos, las severas restricciones a los fitosanitarios o imponiendo las llamadas «cláusulas espejo», es decir, que los productos llegados de fuera tengan las mismas exigencias que los que aquí.