«¡Vamos, Lorena, estírate!». Bajo un renacido sol invernal al pie del Duero, las águedas de San Frontis cargan con la santa cuesta arriba. Los rostros de esfuerzo evidencian que la imagen pesa y que los trajes no ayudan, pero las mujeres siguen caminando al ritmo de la música tradicional: «A mí no me cambiéis», advierte una de las hermanas, que ya vislumbra el final del repecho. Desde las puertas de las casas bajas que pueblan el barrio, los vecinos observan la escena con media sonrisa. Todo forma parte de la tradición. Y esto ya lo vieron sus abuelos y los abuelos de sus abuelos.
Las águedas de San Frontis salen a la calle en torno al 5 de febrero desde el siglo XVII: «Nuestros estatutos son de entonces», explica la presidenta actual, Nuria Roncero, que admite que ahora la cofradía está compuesta por gente muy mayor. La normativa imperante deja claro que las mujeres que quieran entrar deben estar casadas por la Iglesia. Por lo civil, no sirve. «Tenemos idea de cambiarlo para que entren las jóvenes. O nos adaptamos al estatuto marco o hacemos una asociación en paralelo, pero así no nos podemos quedar, porque pronto seremos cuatro», admite la dirigente.
La realidad va empujando la tradición hacia el rumbo que marcan los tiempos, pero incluso con las reglas de antaño la cofradía de San Frontis mantiene 30 mujeres, tres de ellas recién incorporadas este año. Todas juntas recorren las calles del barrio durante la tarde del lunes en una procesión con inicio y cierre en la iglesia. A sus puertas, el baile de Santa Águeda le pone el broche al recorrido. Después vendrán la pedida de la miaja y el refresco de la primera de las mayordomas.
Vinculación con el barrio
«La mayoría de las hermanas pertenece a San Frontis y, aunque se marchen del barrio, siguen perteneciendo a él», apunta Roncero, que habla con conocimiento de causa. Ella misma se crió en la zona antes de irse rumbo a otra parte de Zamora. Las demás son acogidas y proceden incluso de localidades como Casaseca de las Chanas o San Miguel de la Ribera. La aceptación forma parte de la costumbre de una cofradía que tiene el arraigo propio de un «pueblecito pequeño» integrado en la margen izquierda de la capital.
Ya el martes, las águedas de San Frontis saldrán de su territorio habitual para cruzar el río (en autobús, habida cuenta del cierre del Puente de Piedra) y pedirán la miaja, «que es básicamente dinero», por los establecimientos del centro, más allá de la visita protocolaria a las instituciones: «Como en el barrio, la gente nos está esperando. Hay tiendas habituales, como El Redondel, que ya están preparadas», aclara Roncero.
De vuelta, el refresco ofrecido por la segunda mayordoma servirá como fin de fiesta para estas águedas que quizá el año que viene puedan ponerle fecha exacta al nacimiento de su cofradía. De momento, el dato del siglo XVII es la única certeza que manejan, pero Roncero ya tiene prevista una visita inminente al Archivo Histórico Provincial para precisar cuándo nació este colectivo que resiste con vida cuatro siglos más tarde.