El zumbido que se mete en los oídos conforme se atraviesa la entrada del recinto ferial Ifeza es la muestra sonora del éxito del 980º Uban Tattoo Convention, una iniciativa pionera en Zamora que ha logrado reunir a más de cincuenta tatuadores de diversos puntos de España y ha convertido a la ciudad en epicentro de la cultura urbana durante este fin de semana. Puestos de comida, dardos, juegos para los pequeños, conferencias y un escenario donde se han celebrado y se celebrarán conciertos son el aderezo perfecto para los cincuenta artistas de la tinta que se han dado cita en Zamora, algunos de ellos reconocidos en el grupo de los mejores de España.
El festival ha logrado convencer al público y, lejos de ser un evento de nicho, se ha convertido en actividad para toda la familia. De la mano, dicen los tatuadores, de la propia práctica del tatuaje, ya definitivamente generalizado en la sociedad y que ahora, dicen, corre el riesgo de convertirse en pasto de los intereses del mercado. Unos intereses de los que los creadores reunidos en Zamora pretenden huir, todos bajo la vitola del trabajo artesanal que logra sobreponerse a las modas.
Entre los más destacados asistentes a la convención está Gustavo Barahona, argentino, dueño del estudio «Bara Madrid», uno de los más reconocidos, si no el que más, de la capital de España. Bara, un «old school» del mundo del tatuaje, tiene largas listas de espera y por sus manos han pasado famosos de toda índole. Hoy está en Zamora y su sola presencia ya vale la entrada para las personas aficionadas al mundo del tatuaje. «Bara» celebra la programación de convenciones como la de Zamora, «más pequeñas que las que se venían haciendo» y «donde se cuidan más los detalles».
Desde su posición defiende el concepto «más romántico» del tatuaje, convertido, dice, «en un mero artículo de consumo para el gran público», que «no mira lo que hay detrás, la historia, la tradición». Sabe de lo que habla, tras 34 años dedicándose a esto. «El futuro del sector es incierto, la gente lo quiere todo inmediato y nosotros lo vemos de otra manera. Detrás de esto hay esfuerzo, empeño, un montón de cosas que la gente está dejando de tener en cuenta. En lugar de crear es más fácil sacar un diseño de Internet y hacer 500 tatuajes iguales. Yo apuesto por la pieza única, que esté hecha para el cliente», zanja justo antes de coger los trastos para tatuar un diablo de grandes dimensiones en la pierna de un joven que espera, paciente, desde hace rato.
Otro de los que trae público a Ifeza es Álvaro Alonso, de Alvarito Tattoo, en Sitges. En sus manos se ha puesto, entre otros muchos, el zamorano Antonio Coria. Un vistazo a su torso sirve para ver que no es la primera vez que pasa por el trance, y asegura que «cuando me dijeron que venía Alvarito vine sin dudar, es uno de mis artistas favoritos». Su brazo derecho, que acoge desde este fin de semana un dragón, da fe de su paso por la feria.
Alonso se suma al diagnóstico de su colega argentino y asegura el futuro se prevé «incierto», con cada vez más gente tatuando, pero reivindica los nuevos tiempos, sobre todo en lo referente a formación. «Antes era muy complicado formarse, ahora es más fácil, gracias a Internet, puedes aprender nuevas técnicas y no dejar de innovar». Sobre la convención, solo buenas palabras: «El ambiente es brutal, muy familiar. Da la sensación de que somos un grupo de colegas tatuando más que una gran convención. Es una gozada».