Mari Luz Uña se jubila. Este mismo jueves 1 de febrero tiene prevista una despedida con sus compañeros de trabajo antes de pasar al retiro. Probablemente, a partir de ahora disfrutará de más tiempo en su pueblo, Bercianos de Vidriales, y cualquiera diría que tendría más disponibilidad para ejercer sus funciones como presidenta de la Casa de Zamora en Madrid. Pero esta mujer que lleva once años al frente de tal responsabilidad también quiere dejar ese cargo. En esta entrevista, llevada a cabo en la renovada sede pegada a la Gran Vía de la capital, analiza algunos de los motivos.
– Este sitio donde estamos se remodeló para que se convirtiera en una embajada de Zamora en Madrid. ¿Esa transformación se ha producido?
– Sí, se ha convertido en eso y además queremos que sea un referente para la provincia, donde todo zamorano que quiera tenga un sitio para venir. Tampoco podemos pedir que sea gratuito, pero se pueden hacer cosas por un coste bajo. Mantener esto cuesta bastante y a base de los socios tampoco se puede. Hemos puesto en marcha un plan especial para las empresas que se quieran asociar con otro tipo de cuotas y con derecho a disponer de las instalaciones para organizar varias presentaciones al año.
– ¿Y las empresas y la gente están respondiendo?
– De Zamora han venido algunos y luego todo el mundo que viene al local tras la reforma queda conforme. La obra está bien hecha, los salones que tenemos y la capacidad de la que dispone no los encuentras en muchos sitios y nos lo piden mucho también productoras de cine para dar un cáterin en una zona y en otras instalar la parte de maquillaje y vestuario. La semana pasada estuvo una productora de siete de la mañana a seis de la tarde.
– No solo sirve para acoger a gente de Zamora.
– No, porque es un sitio abierto y todo lo que venga, bienvenido es. Luego estamos trabajando en el tema del bar y queremos que haya un menú zamorano y con productos de la tierra. Tenemos la mejor carne, el mejor embutido, quesos, vinos y creemos que hay que tener presente lo nuestro.
– En su momento se habló de contratar a una persona profesional que se encargara de la gestión. ¿Cómo avanza esa posibilidad?
– Es difícil encontrarla. Por eso, nosotros estamos ahora tan cansados, porque necesitamos a una persona que lo lleve. Estamos en nuestro trabajo y de repente nos suena el teléfono de aquí con diversos tipos de cuestiones y preguntas. Si eso lo llevase una persona que estuviera aquí, tendría una agenda con las cosas que hay y manejaría la información de los precios, los horarios y todo.
– ¿Con el apoyo de las instituciones están satisfechos?
– Sí, a ver, deberíamos estar más contentos, pero estamos contentos. Está claro que, sin el apoyo de la Diputación, la obra no se habría hecho. Nosotros aportamos una parte, pero su implicación fue decisiva. Lo que ocurre es que el año pasado tuvimos un problema con la subvención de 2022 y lo hemos pasado mal. No cobramos nada de ese dinero.
«A los directivos nos ha tocado poner dinero de nuestro bolsillo porque un día nos encontramos con 20 euros en la cuenta y nos llegaba el IBI»
– ¿Por qué?
– Bueno, hay cosas ahí. El caso es que a los directivos nos ha tocado poner dinero de nuestro bolsillo, porque hubo un día en el que teníamos 20 euros en la cuenta, nos llegaba el IBI del Ayuntamiento y yo no quería que se devolviera es recibo porque luego viene con intereses. Julio, agosto y septiembre lo hemos pasado mal. Luego recuperamos esas cantidades y ya va mejor.
– ¿Y qué ha cambiado ahora para que ya no lo pasen tan mal?
– Hemos cobrado la subvención de 2023 en su tiempo y forma. Tuvimos que contarle el problema al responsable de Cultura de la Diputación, ha sido mucho papeleo, pero ya hemos cobrado. Si todo hubiera venido como habíamos pensado, no habría habido ningún problema.
– ¿Cuánta gente está implicada ahora en la gestión de la casa y qué número de socios hay para darle vida a este lugar?
– La pandemia ha destrozado la costumbre de los socios de venir a las casas. Nos juntamos en la federación de Castilla y León y todas tenemos el mismo problema. Nosotros aquí antes éramos una familia, estábamos 50 o 60 los fines de semana, comíamos, cenábamos, jugábamos. Pero esto se cerró en marzo de 2020 y nos cortó un hábito diario de venir y ver a tu gente. Ahora nos ha costado volver.
– En Madrid, hay mucha gente joven que es de Zamora. ¿Consiguen implicarla?
– Es complicado. Ahora ya no es necesario venir aquí como cuando yo llegué a Madrid en el 76.
– ¿Por qué era necesario entonces?
– Porque era el punto de encuentro que teníamos cuando llegamos con 16 o 17 años. Vienes porque no puedes ir a otro sitio. Ahora, con el móvil o el Whatsapp, ya no te hace falta. Yo veía aquí a la gente de mi pueblo, a ti si eras del pueblo de al lado y había estado contigo en las fiestas. Pero ahora ya no necesitan esto, que abría puertas antes cuando llegabas y estabas solo.
– ¿Y ahora qué sentido puede tener? ¿Cómo se puede reinventar para sobrevivir a la generación que la ha sujetado durante estos años?
– Eso lo hemos pensado muchas veces, pero tampoco sabemos muy bien cómo. Los chicos jóvenes que estaban viniendo eran nuestros hijos, los que habían nacido aquí, si se puede expresar de ese modo. Venían, bailaban en el grupo, salían juntos, pero ahora les cuesta más. Se hacen mayores, cada uno tiene su novio de un lado, su novia del otro y no sabemos cómo hacerlo. Hay mucha gente de Zamora, pero es complicado. Y eso que dispones aquí de todo. Estamos entre todos pensando qué hacer, cómo motivarlos. Nos vemos dándolo todo, pero no es tan gratificante porque no estamos consiguiendo lo que queremos en ese sentido.
«Desde aquí vemos que Zamora es una ciudad que debería abrirse más»
– ¿Cómo han visto la evolución de la provincia de Zamora desde la distancia?
– Como todo, creo que hay muchas cosas que han cambiado. Lo que tú no puedes pensar es que todo a tu alrededor es distinto y que la provincia o tu pueblo no hayan cambiado. Nosotros vemos que Zamora es una ciudad que, como capital, debería abrirse más.
– ¿En qué sentido?
– Más para la gente normal. A veces, vas a cosas a Zamora en las que siempre está la misma gente. No se abren a que vaya un ciudadano de a pie a ciertas cosas.
– Usted lleva once años como presidenta. ¿Su intención es seguir o lo quiere dejar?
– Lo quiero dejar, lo queremos dejar desde la junta directiva. Estamos muy cansados. No cansados, agotados física y psicológicamente. Yo estoy triste. Reconozco que hay gente que se está dando de baja sin tener un motivo y eso me duele. Yo creo que es el momento de que haya un cambio, que la gente tampoco se habitúe. Llega un momento en el que estoy harta y no quiero más.
– ¿Qué plazos tienen marcados?
– El mes que viene convocamos asamblea y lo que vamos a proponer es un cambio de junta directiva. Cuando yo entré fue porque no había nadie y tuvimos que dar un paso adelante. Ahora, que lo den otros.
– ¿Cuentan con que pueda haber alguien que coja el relevo?
– No lo sé. Pero eso se va a mandar en circular y a ver.
– ¿Cuántos socios hay?
– Estaremos en torno a unos 300 y algo o por ahí. Lo que pasa es que hay mucha gente que se está dando de baja, como te digo.