Hay tradiciones que perduran de generación en generación. Costumbres que se meten en las familias y que perduran, sin que sea fácil decir quién las comenzó. Algunas se pierden, sea por la falta de interés de las nuevas generaciones sea porque en la propia familia hay quien no ha tenido demasiado interés en inculcarlas a los que vienen por detrás. Pero otras perduran, y lo hacen de la manera en la que perduran estas cosas: acostumbrando a los niños a verlo desde bien pequeños.
En este último apartado es donde hay que encuadrar a Ana, Beatriz y Julia. Abuela, madre e hija. Tres generaciones de mujeres de Sitrama de Tera que hoy han acudido, junto con otras 1.500 personas, a la Plaza Mayor de Benavente, donde se ha celebrado el séptimo encuentro provincial de águedas de Zamora.
Julia es, sin mucho miedo a la equivocación, la águeda más pequeña de cuántas se han juntado hoy en Benavente. Tiene 16 meses, dice su madre mientras la sostiene en brazos. La pequeña es la «atracción» de la comitiva llegada desde Sitrama de Tera, compuesta por 16 mujeres. Como está dando sus primeros pasos, nadie le quita ojo. La pequeña tampoco pierde detalle de una aglomeración a la que a buen seguro no está acostumbrada, con los colores, ruidos y alboroto propios de una concentración de estas características. Y busca certezas en brazos de su madre, de donde no quiere bajarse.
«Todo queda en familia», asegura la abuela mientras llama a su hermana, que «es quien le ha hecho el vestido a la niña». Más madera. Las vecinas del pueblo, mientras, se muestran encantadas con la presencia de la pequeña, a la que confían la pervivencia de la tradición. Y no van muy desencaminadas, porque en Santibáñez de Tera, municipio al que pertenece Sitrama de Tera, hay solo doce habitantes menores de veinte años, y es de suponer que no todos sean niñas. No hay datos de Sitrama, donde Julia lleva a buen seguro el peso de la tradición sobre su pequeña espalda.
Comienza el desfile, que Julia inicia animosa antes de darse por vencida y pedir el regreso a brazos de su madre, que ahí se va mejor. La pequeña no para de hacerse fotos. Imágenes que, dentro de unos años, demostrarán que ella fue el reflejo de una tradición, de la celebrar Santa Águeda entre las zamoranas, que tiene un gran futuro por delante.