Las usamos en todo momento, pero a veces damos poca importancia a la etimología de las palabras. Por ejemplo hay una hipótesis que dice que “trabajo” viene de un aparato de tortura de la Antigua Roma. ¿Casualidad? No lo creo.
De la misma manera, algunas teorías nos dicen que la palabra “vino” llega desde el latín vinum, que viene de vana en sánscrito, una antigua lengua indoeuropea cuya traducción podría ser “amor”. Y de ahí vienen también Venus o venera. En resumen podríamos decir que vino es la bebida del amor en la lengua que se usaba en el tiempo en el que nacía el vino, según la arqueología. ¿Casualidad? No lo creo.
Y es que el vino es amor. Dani y Rocío se conocieron, se enamoraron, se enseñaron todo lo que sabían, compartieron vinos y viajes. Y viajes y vino. Y se enamoraron del vino. O el vino les enamoró a ellos. O el vino, quizás, se enamoró de ellos. Uno de esos viajes les llevó a Oporto. Y no hay ciudad con más vino que Oporto; o lo que es lo mismo no hay ciudad con más amor que Oporto. En una terraza de la Ribeira, viendo las luces nocturnas de Gaia y como únicos testigos los Rabelos flameando en el Douro Dani preguntó a Rocío ¿Y si en vez de bebernos el amor lo hacemos?
Y decidieron hacer amor. Y embotellarlo. Pero lo primero, es lo primero. A falta de bodega propia adquirieron en Toro una viña de casi cuarenta años en el precioso paraje de “La Francesa”, en una ligera ladera orientada al suroeste protegida de los vientos por unos pinos. En este paraje empieza y termina todo.
Tanto en la bodega como en el viñedo siguen técnicas biodinámicas. Estos bebedores y disfrutones de vino – cosa muy importante para dedicarse a este oficio – se formaron y vieron que ese era su camino para llegar al vino de calidad. Y es que creen en la biodinámica, una disciplina científico – filosófica que considera que tanto el viñedo como el vino son un organismo individual sometido no solo a factores puramente agronómicos o enológicos, si no que se desarrollan en relación a las fuerzas de la tierra y el cosmos, como un ente biodiverso y vivo. Ellos creen en la biodinámica y la llevan a cabo. Pero lo importante es que sus vinos están muy buenos.
Hay que descubrir una nueva generación de blancos que van más allá de los “blanquitos”, entendido en el amplio espectro de blancos sencillos – quizás demasiado – y empezar a descubrir auténticas joyas enológicas color ámbar, citrino o pirita amarilla. Es una tendencia global desde hace años la elaboración y consumo de grandes blancos, aunque en España, asumámoslo, somos lentos a la hora de aceptar esos cambios. Parece que estamos dispuestos a pagar por tintos pero no por blancos. Y no tiene sentido. Lo rico es costoso – que no caro – y se paga independientemente de su color.
Su “Makeando Malvasía” está elaborado con viñas viejas de Malvasía que tras fermentación a baja temperatura pasa seis meses en barrica francesa, con suspensión de sus lías. Lo que nos encontramos es pura intensidad. Predomina la fruta blanca, sobre todo melón de secano y algún toque tropical y de frutal mediterráneo, con naranja, su flor y su cáscara. La barrica es tímida – como debe ser – con una sensación a pan mojado en leche caliente. Al beberlo es ligero, pero cremoso y ágil, gracias a una buena acidez. Tiene recuerdos a pimienta blanca, piña y cítricos escarchados, que se quedan largo tiempo en la boca tras beberlo.
Lo puedes beber solo, sacándolo de la nevera veinte minutitos antes de consumirlo. Acompaña perfectamente quesos y entrantes o vegetales. Bien para pescados al horno.
Vino: Makeando Malvasía.
Elaborador: Makeando Wines.
Zona: DO Toro.
Variedad: Malvasía Castellana.
Crianza: 6 meses en roble francés.
Precio: 17€.
Ps: quizás la historia de su comienzo no fue así, quizás se pueda pensar que exagero. Pero un sumiller nunca exagera. Un sumiller compone, crea pensamientos, cuenta historias que quizás nunca ocurrieron… Pero un sumiller nunca exagera.