Roales es una isla de prosperidad demográfica en medio del océano de despoblación en el que se ha convertido Zamora. En lo que va de siglo, esta localidad ubicada al pie de la capital ha crecido un 130%, al pasar de 439 a 1.010 habitantes, mientras el resto de la provincia ha caído casi un 18%. Además, la elevada tasa de parejas jóvenes con niños ha reducido considerablemente la media de edad, ha impulsado la escuela y la guardería y ha transformado este pueblo en una de las alternativas más comunes para quienes se quieren mudar a un entorno rural sin perder de vista la ciudad.
Con esta realidad como telón de fondo, resulta más extraña la siguiente noticia: Roales se queda sin bares. El negocio de hostelería que aguantaba en el pueblo cerrará este sábado y la piscina municipal, que lleva aparejado el servicio de cafetería, ya llevaba un tiempo sin actividad, a la espera de que se resuelva la licitación abierta. De momento, a dos días de que finalice el plazo, no se ha presentado ninguna propuesta formal para tomar las riendas de su gestión, según confirma el alcalde, David García Montes.
El responsable municipal explica que la piscina ha salido a licitación por un coste inferior a los 400 euros al mes: «Nos estamos dando cuenta de que es difícil porque escasea la mano de obra», sostiene García Montes, que insiste en que, en estos momentos, el Ayuntamiento «no tiene ofertas por escrito». Si la situación llega a este viernes sin cambios, el proceso tendría que reiniciarse, con el coste temporal que esa circunstancia conllevaría. Incluso si todo va bien, los periodos de adjudicación y de exposición causarán una demora en la puesta en marcha.
El bar de la piscina «es rentable»
García Montes afirma que «el bar es rentable», aunque matiza que «hay que querer y saber un poquito». «A nosotros nos gustaría que lo cogiera una persona fiable», subraya el alcalde, que admite su preocupación por el escenario en el que se verá el pueblo «de manera puntual». «Los bares son un lugar de encuentro y de reunión. Yo, sobre los negocios privados, no puedo hacer ni decir nada, simplemente animar a la gente a que venga al pueblo», remarca el dirigente municipal.
Más allá del Ayuntamiento, desde el movimiento asociativo de la localidad también ven con inquietud el escenario que se dibuja en Roales con el cierre del bar y la situación particular de la piscina: «Imagina lo que es un pueblo de mil habitantes sin el sitio donde quedaban los amigos o las pandillas. Esto supone que no haya convivencia, que no veas al vecino, que no exista esa relación», analiza Belén Andrés, presidenta del colectivo Ubuntu.
Para la representante de la asociación, esos vínculos, la organización de actividades y la vida en el pueblo resultan decisivos para el día a día, «y en esto el bar es un punto muy importante».