Una línea hasta el horizonte salpicada de unas pequeñas construcciones que quieren asemejarse con el terreno sobre el que fueron construidas. La línea hacia el horizonte es Tierra de Campos, y las pequeñas construcciones son los palomares. Verdadera seña de identidad de la comarca que se extiende por Zamora, Valladolid y Palencia, los palomares son muestra de una arquitectura sin arquitectos. Hay más de setecientos repartidos por toda la comarca, algunos en buen estado y otros, muchos, en ruinas.
La historia de estas edificaciones se remonta al Imperio Romano, aunque repuntan en la Edad Media. Entonces el palomar era una posesión exclusiva de la clase alta, de aquellas personas que disfrutaban de los entonces codiciados «derechos del palomar». Normalmente, se trataba de familias que contaban a su vez con amplias extensiones de cereal en el entorno de estas edificaciones, lo que propiciaba el alimento a las aves y, a la vez, llamaba a más palomas a anidar en su interior.
Con el paso de los siglos los palomares fueron «democratizándose» y formaban ya parte del haber de más clases sociales. Mediante su mantenimiento se lograban ingresos extra gracias a la comercialización de las palomas, de los pichones para la alimentación (el pichón de Tierra de Campos es un plato típico de la comarca) y de las «palomitas», el excremento de las palomas que se usaba para abonar los campos. El ciclo de la vida, en suma.
La construcción de los palomares
Cerca o más lejos de los pueblos, los palomares tienen algo en común: siempre buscan el sol, necesario para la cría de pichones. Son, como casi todo en Tierra de Campos, sencillos hasta el extremo. De hecho, llama la atención si alguno de ellos tiene algún alarde a modo de decoración. Se levantaban principalmente usando la tierra de la zona, de manera que es curioso como el color de estas edificaciones y el de la tierra que las soporta es idéntico. Como si quisieran volver a fundirse con la tierra como consecuencia de su abandono.
Aunque los hay cuadrados o rectangulares, la mayoría son redondos, en teoría, para dificultar la entrada de ratas y otros roedores al interior. En Zamora el pueblo con más edificaciones es Villarrín de Campos y casi todos son redondos. Sin embargo, las carreteras que circulan por la zona permiten ver que se trata de edificaciones habituales y comunes a todos los pueblos.
De nuevo, patrimonio en riesgo
Aunque evidentemente no se trata de edificios singulares, los palomares sí que son testigos del pasado de la Tierra de Campos, lo que obliga a su mantenimiento. No es el caso en Zamora, pero la Asociación Hispana Nostra sí ha considerado que el conjunto de palomares de Villamartín de Campos, en Palencia, debía entrar a formar parte de la Lista Roja de Patrimonio por su delicado estado de conservación.
Hispania Nostra asegura que «los palomares de Tierra de Campos parece que pudieron existir desde la época romana, como demostraría la propia procedencia del término palomar del latín columbarium, palabra empleada también, por su semejanza con estas estructuras, para los nichos donde colocaban las urnas cinerarias». Vivieron su época de máximo esplendor en el siglo XIX, con alrededor de 10.000 construidos en Castilla y León.
«En los últimos años, se ha intentado recuperar algunos de estos edificios, como consecuencia de una mayor preocupación por la conservación de la arquitectura tradicional. Son edificios de gran trascendencia histórica, cuestión que se puede constatar a través de las numerosas referencias que encontramos respecto a las mismas en célebres piezas literarias como Lazarillo de Tormes o en las obras de Cervantes o Delibes», apostillan desde Hispania Nostra.