Llaman la atención de cualquier viajero y en determinadas zonas, como en la eterna llanura que es Tierra de Campos, son el mejor faro para saber dónde hay un pueblo. Siluetas blancas, todas iguales, situadas en las afueras de las localidades que recuerdan el pasado agrícola y ganadero de muchas zonas y que ahora, abandonadas, no tienen otra función que ver pasar el tiempo. Son los silos, o paneras, edificios altos, algunos de hasta treinta metros sobre el suelo, que vivieron tiempos mejores y que ahora están, casi siempre, vacíos. Y, en muchos casos, buscan comprador. Casi siempre sin suerte.
Para entender su origen hay que hablar de la Red Nacional de Silos y Graneros. En un escenario de escasez de alimentos, con un país que acababa de superar una Guerra Civil, comienza a plantearse en 1941 la creación de un sistema territorial de silos de grano. Años después, en 1945, se elabora el Plan General de la Red Nacional de Silos y Graneros, con una propuesta original de 437 silos y 631 graneros con objetivos como facilitar la compra por parte del Estado a los agricultores o constituir una reserva al finalizar cada campaña.
Oficialmente, el primer silo inaugurado es el silo de Córdoba pero ya antes, en 1949, se había construido los silos de Valladolid, Villada y Alcalá de Henares. Cuando la red se concluye en 1984, el número total de unidades construidas fue finalmente de 672 silos y 277 graneros (con una capacidad de almacenamiento total de 2.684.947 toneladas), según los datos de la propia Red Nacional. En Castilla y León hay levantados un total de cincuenta de estas edificaciones. Zamora cuenta con menos de una decena y muchas están concentradas en Tierra de Campos, comarca donde la agricultura ha jugado un papel fundamental a lo largo de la historia.
La historia de la red
Una de las funciones básicas de la red de silos era controlar las cosechas, que tan pronto eran abundantes como raquíticas. Así, se conseguía regular el precio del grano. De hecho, esta regulación es fundamental en el papel de estas edificaciones hasta el punto de que, en 1984, con la entrada de España en la Unión Europea y la prohibición de regular el precio del grano, los silos comienzan a caer en desuso.

Y en este punto comenzó el declive, que ha venido marcado por el abandono casi sistemático de los edificios. En algunos puntos del país estos centros han sido aprovechados como espacios de arte, culturales… e incluso hay localidades que tienen dentro un hotel. Pero no es lo habitual. La mayoría de las veces están cerrados.
Subastas
Aunque actualmente no hay prevista ninguna subasta de silos, no es raro que el Fondo Español de Garantía Agraria saque lotes enteros de estos edificios buscando comprador. Subastas que quedan, la mayoría de las veces, desiertas. En la última, celebrada el tres de noviembre de 2022, salieron a subasta 22 silos, muchos de ellos en Castilla y León. Todas, salvo dos (el de Villaquirán, en Burgos; y el de Llerena, en Badajoz), quedaron desiertas.
En Zamora, encontraron comprador tres silos. Agropal posee los de Barcial del Barco y Toro, adquiridos por 390.000 y 347.000 euros respectivamente en la subasta de octubre del año 2021. Óscar Fernández Alonso se hizo ese mismo día con el de Benavente por 105.000 euros. El resto son aún del Gobierno.