El 3 de diciembre de 2015, Pablo Iglesias, Irene Montero e Íñigo Errejón cenaron juntos sopa castellana, arroz a la zamorana y bacalao. También escucharon versos de León Felipe, se hicieron centenares de fotos, recibieron vítores e invitaciones y se conjuraron juntos ante un futuro prometedor. Aquello sucedió en Villaralbo, el lugar que Podemos eligió para abrir la campaña electoral previa a las Elecciones Generales del 20 de diciembre. El partido no tenía entonces ni dos años de vida, pero desbordaba ilusión y exhibía unidad; hoy cumple 10 y apenas mantiene la rebeldía para evitar que la desaparición sea su destino.
El punto más alto de la vida de la formación morada en la provincia hay que buscarlo precisamente en esa pegada de carteles entre la niebla en Villaralbo y en aquel año 2015 en el que Podemos irrumpió como tercera fuerza en Zamora. En mayo, tal empuje le sirvió para conseguir un procurador autonómico y, en esas Generales de diciembre, tras la visita de Iglesias, Errejón y Montero, para cosechar 15.727 votos, algo inédito por entonces para un proyecto político tan joven. No le alcanzó para el escaño, pero la marca salió muy reforzada en el conjunto de España, con 69 asientos en el Congreso.
Precisamente por entonces se encuentra también uno de los errores que cometió el partido en sus inicios, a juicio del actual responsable provincial de Podemos en Zamora, Fernando Barrio: «Nosotros le dimos una patada al tablero de la política española y hemos cambiado muchísimas cosas. Nadie pensaba que un partido como este iba a llegar al Gobierno, pero claro que tenemos luces y sombras. Por ejemplo, nos equivocamos al no presentarnos a las Elecciones Municipales de 2015», asegura el responsable de la organización.
«La ola que aprovechó Guarido»
A juicio de Barrio, la renuncia del partido a concurrir a aquel proceso le privó de lograr éxitos a nivel local que le habrían permitido crecer en las provincias. En el caso de Zamora, también: «Le dimos la opción a Guarido de que aprovechara la ola de los ayuntamientos del cambio. Si nos llegamos a presentar nosotros, nunca habría conseguido ocho concejales. Él se benefició de la coyuntura, algo que nunca ha reconocido, y nosotros cometimos un fallo estrepitoso», sostiene el responsable de Podemos.
Entre los errores, Barrio también mira a nivel nacional para admitir que las luchas intestinas han hecho mella, aunque subraya que «la campaña de acoso sin parangón» que, a su juicio, ha sufrido la marca también ha penalizado a un partido que siguió fuerte en Zamora en la repetición electoral de junio del 16, de nuevo con más de 15.000 votos, pero que se diluyó a partir de entonces, lejos de esos números y de cualquier opción de obtener representación en las instituciones principales.
De hecho, el último gran acto de Podemos que se recuerda en la provincia tuvo lugar en mayo del 19, de nuevo en el marco de una campaña, y otra vez con Pablo Iglesias. No hay que olvidar que el padre del exlíder de Podemos vive en Zamora, de ahí que el político haya desfilado por actos en La Josa, en la plaza de la biblioteca o por el Campus Viriato, aparte de una particular atención a la prensa el día de Nochebuena en el entorno de la Catedral.
En su última visita pública, Iglesias insistió en la «vocación de gobernar» de Podemos, aunque introdujo un matiz propio de un partido que ya había notado el lastre en sus alas: «con el peso que nos corresponda». Aquel mensaje fue un preludio de lo que unos meses después iba a ser la realidad: el acuerdo con el PSOE, la entrada al Gobierno de coalición y la presencia del propio dirigente morado como vicepresidente segundo del Ejecutivo comandado por Pedro Sánchez.
La irrelevancia
Para entonces, en Zamora, Podemos ya se había desinflado casi por completo. Sin representantes institucionales y con Izquierda Unida en solitario al frente de la ciudad, los morados cayeron en la irrelevancia tanto en la capital como en el medio rural: «Hay que ser realistas, y que nuestro partido se pueda instalar en determinados núcleos rurales es harto complicado. Ahora bien, la gente protesta porque la sanidad está de pena, pero sigue votando a los mismos partidos políticos que le están mermando el servicio», desliza Barrio.
Lo que sí mantiene el partido en la provincia es «una militancia rocosa», formada por 62 personas que ascienden a 295 si se suma a los inscritos, que pueden participar en los distintos procesos de primarias: «La gente sabe que hemos conseguido marcar una tendencia progresista en el Gobierno y ahora, con este tema de Sumar, hay personas que se están reactivando», señala Barrio.
El «tema de Sumar» es la fractura con el partido con el que Podemos concurrió a las Elecciones Generales del 23 de julio. Ahora, diez años después, como en el curso de su fundación, el partido irá en busca de un futuro a las Europeas de junio. En 2014, en Zamora, el botín fue de 6.814 votos. Ahora, esas cifras parecen lejanas, pero el aparato de la organización no se resigna. Y como símbolo de la resistencia, sus dirigentes aún conservan el panel donde Iglesias y Errejón pegaron los primeros carteles en aquella noche de 2015 en Villaralbo.
El liderazgo local
Durante los primeros años de vida de la formación, el liderazgo de Podemos Zamora estuvo en manos de Braulio Llamero, embarcado ahora en el proyecto de Sumar. También rondaron la escena mediática figuras como la entonces procuradora María José Rodríguez Tobal o Alejandro Rodríguez, que concurrió como cabeza de lista en algunas Elecciones Generales.
En todo caso, quien sustituyó a Llamero como rostro visible fue Fernando Martos, que en 2019, tras el varapalo electoral en las Municipales, dejó paso a una nueva etapa en la que Fernando Barrio ocupa el puesto de más responsabilidad.