Cantaba Conchita Piquer, allá por el año 1941, aquello de mira mi brazo tatuado con este nombre de mujer, es el recuerdo de un pasado que nunca más ha de volver. Escrita por Rafael de León, Tatuaje, tótem de la copla española, se convirtió en una de las canciones más escuchadas y cantadas de los muchos y largos años de posguerra. Así que no, podemos afirmar con rotundidad que el tatuaje no es una moda pasajera y que tampoco es el resultado de una búsqueda exacerbada de originalidad individual que nos distinga del resto del rebaño, como parecen dictarnos los canones neoliberales del siglo XXI.
El tatuaje aferra sus raíces sociales en concepciones mucho más profundas. Otra cosa bien distinta es que estemos viviendo un boom que nos haga empezar a sospechar que a día de hoy lo alternativo, casi lo punk, sea el hecho de no lucir tatuajes. Pero no debemos confundir un momento puntual de la historia con la naturaleza de un acto, el de marcar nuestra piel mediante tinta y aguja, que se remonta según algunas fuentes a los cinco mil años de historia con el descubrimiento en el antiguo Egipto de momias que ya mostraban restos de tatuajes. Sin duda alguna, el mundo del tatu es una cultura en sí mismo.
Zamora se convertirá del 2 al 4 de febrero en el epicentro del tatuaje nacional gracias a la convención 980 Urban Tattoo que tendrá lugar en Ifeza y que reunirá a cincuenta tatuadores y tatuadoras que trabajan repartidos por todo el país. Pero, ¿en qué consiste una convención de tatuajes? La idea de la que parten los organizadores es la de aunar el trabajo en vivo de los tatuadores con la música mediante conciertos de rock, punk o hip-hop; con el deporte a través de exhibiciones de skate; con charlas sobre la historia del tatuaje; o con una gran exposición centrada en la ilustración y el desarrollo creativo. Todo ello para ofrecernos un evento que pretende convertirse en un referente para la ciudad y en un nuevo atractivo que se sume a la oferta para futuros visitantes.
Se trata de acercar este mundo a todas las edades y condiciones para terminar de romper los cada vez menos, pero todavía presentes, prejuicios que unían este arte con la delincuencia o con comportamientos antisociales. Algo que parece cada vez más superado teniendo en cuenta el número en aumento constante de estudios, tatuadores y, sobre todo, de personas tatuadas.
Si nos fiamos de Google, la provincia cuenta con catorce estudios de tatuaje, de ellos seis se encuentran en la capital y el resto se dividen entre Benavente, Toro , El Puente, Santa Cristina de la Polvorosa y Villaralbo. Estos números en una provincia como la nuestra, poco poblada y muy envejecida, no son nada desdeñables y dan cuenta del interés y el volumen de negocio que puede generar el mundo del tatuaje.
Por eso, esta convención no debe contar solo con la ayuda de las instituciones, que la tiene, sino que el esfuerzo debe venir sobre todo del respaldo social. Sacar nuestra entrada y acercarnos hasta Ifeza para apoyar un evento que desde ya, pero sobre todo pensando en el futuro, puede poner a Zamora en el mapa tal y como nos han demostrado a todos, por poner otro ejemplo alternativo, los chicos y chicas del Z Live. Alejados de los tópicos románicos, semanasanteros y gastronómicos, apuestas diferentes y específicas como estas pueden ser un recurso para sacar a la ciudad de determinados letargos.
En resumen, la idea central de la convención es convertir Ifeza, y por extensión toda la ciudad, en unos días de celebración en torno a una cultura que tiene mucho que ofrecer y que enseñar. Recientemente la prestigiosa editorial Anagrama concedía su premio de ensayo al autor Nadal Suau por su obra Curar la piel. Ensayo en torno al tatuaje, que comienza así: «Tatuarse es una fiesta. Para nosotros que nos marcamos, tatuarse es la mayor fiesta imaginable, una mezcla de voto solemne y treta infantil». Pues eso, desde este pequeño espacio os animo a participar en la enorme fiesta que Zamora va a vivir con la llegada de febrero gracias a las personas que están detrás de 980 Urban Tattoo, ya sea desde la solemnidad de un tatuaje sesudo y con carga emocional o desde el juego de niños apasionados por el dibujo y la creatividad.