La obra del Museo de la Memoria de Ribadelago ha concluido recientemente y solo está pendiente del equipamiento para abrir «para Semana Santa, o como muy tarde en verano», según aseguró este lunes, en declaraciones a Enfoque, el alcalde de Galende, José Manuel Chimeno. Esos plazos incluso se podrían acelerar si el proceso marcha como espera el Ayuntamiento, que ya tiene en mente los detalles de un proyecto largamente esperado por los vecinos, por los supervivientes y por los familiares de las víctimas de la tragedia, de la que este 9 de enero se cumplen 65 años.
Chimeno indicó que una parte importante del museo estará formada por el material que maneja la Asociación Hijos de Ribadelago, cuyo patrimonio ya sirvió para el montaje de la exposición que se pudo ver hace 15 años en el museo Etnográfico, coincidiendo con el quincuagésimo aniversario de la catástrofe: «Pero aparte de eso queremos ampliar y darle más vitalidad», añadió el alcalde, que abogó por sumar otros recursos vinculados al hecho en torno al cual girará el espacio y también por la creación de una sala de exposiciones.
Toda está labor comenzará en las próximas semanas, después de la ejecución de una obra que ha servido para rehabilitar el edificio antiguo del Ayuntamiento en Ribadelago Nuevo, que nunca sirvió como Consistorio y que se usaba a modo de almacén. La empresa encargada de los trabajos ha sido Meraki CR SL, una firma radicada en A Coruña y con sede de Zamora que ha tratado de «respetar en la medida de lo posible las características de los materiales y de los sistemas constructivos originales».
Los detalles de la obra
Bajo esa premisa, la parte de abajo se ha configurado como «una amplia sala de exposiciones formada por una serie de sencillos paneles que puedan soportar los elementos, objetos, fotografías y dibujos que estructuren y ordenen la narración». En esta zona existirán también despachos y aseos.
La exposición continuará en la planta segunda, en la que además hay una pequeña sala de proyecciones, un almacén y el despacho para la persona que se responsabilizará de la dirección y de la vigilancia del centro. De igual modo, se han renovado completamente todas las instalaciones, cubierta y carpinterías, y la intervención también ha consistido en la restauración de las fachadas, las barandillas y el suelo de terrazo existentes.
El centro dispondrá de una zona dedicada al archivo en la que se guardarán libros y revistas que hablen del Lago y su entorno, de la tragedia y sus efectos, del carácter de sus gentes, de sus costumbres o de la naturaleza, así como copias de las grabaciones de las canciones populares, «tan importantes en la transmisión de las tradiciones», que sonarán ambientando los recorridos por las distintas salas.
Los soportes expositivos se plantean de modo que sea posible la organización de pequeñas exposiciones temporales, que se conviertan en acciones culturales dinamizadoras del museo, como pretendía el alcalde. El edificio, que tiene una superficie de 531 metros cuadrados, contará además, como marca la normativa, con un ascensor, en este caso en la parte posterior de la escalera curva. El arquitecto ha sido Francisco Somoza y el arquitecto técnico, Alfredo Pérez.
«Cierto desafecto»
Una de las supervivientes de la tragedia, y escritora de varios libros vinculados a los hechos acaecidos aquel 9 de enero de hace 65 años, María Jesús Otero, afirmó este lunes que recibe la noticia de la próxima apertura del museo «con cierto desafecto». «Todo el mundo lo habría querido antes, pero han esperado a que se muera mucha gente que lo vivió», lamentó la autora.
«Nuestros padres y la mayor parte de la gente que vivió la tragedia no tuvieron ningún gesto de reconocimiento, de recuerdo ni de respeto. Muchos muertos no fueron enterrados y habría sido muy bueno que las personas hubiesen tenido este lugar como punto de unión para llorar allí, llevar fotografías o flores. Cada año se nos decía que ya empezaba, se había preparado varias veces el sitio y luego llegaba un momento en el que eso esto era como la fábula de Pedro y el Lobo», insistió Otero.
Ante esa tesitura, la superviviente se pertrechó en sus dudas, aunque agradeció la colaboración de quienes realmente se han implicado en la causa, como el arquitecto de la obra: «Somoza siempre que puede nos ayuda», concluyó.