Nunca es fácil salirse del carril establecido. Ni en la literatura, ni en la música, ni en ningún oficio. Tampoco en el cine. Las grandes distribuidoras marcan el compás de la industria y obligan a seguir el ritmo a las salas, pequeñas o grandes, y a los propios espectadores, que muchas veces se ven encapsulados en una oferta en la que todos los finales, como decía Sabina, son el mismo repetido.
Salirse del guion conlleva un riesgo, que es evidente y palpable cuando se habla, además, de las cosas del comer. Pero si sale bien y la gente lo reconoce, también conlleva un beneficio. Y realización personal. Alfredo Reguilón, «Fredy», es la muestra de ello. Convertido el cine que gestiona, Multicines Zamora, en el único de la ciudad, Reguilón ha realizado en los últimos tiempos una apuesta por ofrecer al espectador un producto diferente. Que huye de lo puramente comercial. Y lo ha conseguido.
Reguilón, que reconoce que «volvemos loca a la gente con la programación y los horarios», se muestra convencido de una oferta que el público le está sabiendo reconocer. Cuando comenzó a ofrecer versiones de películas clásicas, pocos pensaban que eso tendría cabida en Zamora. La tuvo. Cuando comenzó a ofrecer los grandes estrenos de la industria en versión original con subtítulos, pocos pensaron que había público para ello en Zamora. «Lo hay, y muchas veces más numeroso que el que acude a ver las versiones dobladas», asegura.
«Es gratificante cuando apuestas por una película de autor, desconocida, y ves que entra más gente que al estreno de acción», asegura «Fredy» que, pese a todo, se resiste a calificar las cintas como mejores o peores. «Si acaso, diferentes». Es un trabajo, el de dar una vuelta de tuerca al mundo cultural audiovisual zamorano, que lleva «años», pero que «el público nos ha acabado reconociendo». Para muestra, los más de cien espectadores que acudieron a una de las últimas proyecciones en directo, un concierto de Coldplay desde Argentina. Las emisiones en directo de música clásica o ballet son también muy seguidas.
«Más selectivo»
La industria audiovisual ha vivido un cambio importantísimo en las últimos años, con la popularización de las plataformas de streaming que hacen que cada espectador tenga un catálogo de cientos de películas accesibles al instante en el salón de su casa. «Esto nos obliga a ser más selectivos con la programación», asegura Reguilón, convencido de que «el cine y estas plataformas tienen que convivir». Para muestra, un botón: una de las películas que ahora mismo está en la cartelera del cine también está en Netflix. «Y la gente viene».
El paso a la digitalización
Reguilón muestra una de las salas de proyecciones de Multicines Zamora, donde dos proyectores digitales modernos conviven con uno más antiguo, guardado en recuerdo de épocas pasadas. En esas salas se custodian todavía hoy cientos de metros de cintas que en su día se proyectaron en las salas zamoranas y que obligaban a los trabajadores a un esfuerzo mucho mayor que el realizado ahora para que todo saliera bien.
Las cintas, recuerda «Fredy», venían en varias cajas, y había que pegarlas a mano hasta completar una película completa. Una película media, asegura Reguilón, podía traducirse en una cinta de más de tres mil metros, lo que da una idea de lo complejo y delicado del proceso. A veces no era sencillo, y el proceso podía dar lugar a dudas, como pasó con Pulp Fiction. «Mi tío salió de la sala a decirme que no la había montado bien. Que Travolta ya estaba muerto y que volvía a salir en la película», recuerda «Fredy» a modo de anécdota.
Una vez montada la cinta se ponía en el proyector, con sumo cuidado para no estropear la película. «Teníamos una, si se rompía, o se dañaba la cinta, había que tirar con ella todo el mes. Y si se estropeaba una parte no quedaba otra: había que cortar». Un proceso en el que Reguilón siempre ha estado acompañado de Manuel Alonso, Manolo, el gerente de la sala, que era «un maestro en esto».
Ahora en el cine se ha ganado calidad de vida, eso es innegable. Las películas llegan o bien a través de un disco duro o bien a través de una descarga, se guardan en unos dispositivos de almacenamiento y se proyectan las veces que se haya convenido con la distribuidora. La película no se daña, no se pierde, no se rompe y no se estropea con el uso. «No veas, vivimos mejor», asegura Reguilón.
El último bastión
Lejos quedan los tiempos en los que la ciudad contaba con cinco cines funcionando de manera simultánea: el Ramos Carrión, el Principal, el Arias Gonzalo, el Pompeya y el Barrueco. «Eran tiempos donde había menos opciones de ocio». Más cerca cuando eran dos los negocios, este y el ubicado en el Centro Comercial Valderaduey, que cerró con la pandemia. Zamora cuenta ahora con una sola sala para los amantes del séptimo arte, y tiene que dar cabida a todos los gustos. Una tarea complicada. «En ella estamos».