Miriam y Alfredo son de Cuba. Llegaron a España el 23 de noviembre y, desde el 24, hace poco más de un mes, viven en la Casa Betania de Cáritas, en Zamora. Son, junto a su hermana Migdalia, tres de las 29 personas que este año pasan ahí la Navidad. «Personas de aquí que lo han perdido todo, extranjeros que llegan a España huyendo de la miseria, personas que están amenazadas en sus países de origen…». El perfil es heterogéneo, como indica Beatriz Carracedo, directora del centro.
Pero volvamos a los hermanos cubanos. Miriam tiene 69 años, una pensión que, al cambio, es de entre 10 y 15 euros mensuales, no puede acceder a ningún ingreso público y quiere trabajar. «En lo que sea», dice. El problema es que, en España, no puede trabajar con esa edad, «y para solicitar un ingreso público, o una plaza en una residencia, tengo que llevar aquí por lo menos cinco años». Así que Miriam se enfrenta a un futuro de escasos recursos en el que solo ha encontrado el capote que echa Cáritas. «Si no fuera por ellos, yo me tendría que volver a Cuba, a pasar hambre. Cuando vine, llevaba varios días sin comer», relata. En su país tiene a una hija, «enferma de los nervios», y nietos. «Si gano algo, es para ellos».
«Yo quiero trabajar, de lo que sea, para eso vine a España»
Alfredo, residente en la Casa Betania
La situación de Alfredo era «mala, pero no tanto». Trabaja en su país en los programas de inserción de presos en la vida en comunidad. Hasta febrero, que se quedó en paro y no encontró nada más. En Cuba deja mujer y dos hijas, que «vendrán cuando puedan». Espera seguir el rastro de su hermana Migdalia, que tiene 56 años y ha encontrado trabajo en una residencia de ancianos. «A mí también me entrevistaron, yo trabajo de lo que sea, para eso vine a España», zanja. El plan de los tres hermanos es conseguir recursos para alquilar un piso y vivir por su cuenta. El caso más complicado es el de Miriam: «Yo no quiero que me mantengan, ellos tienen que destinar el dinero a sus familias, no a mí». Tanto una como otro se deshacen en elogios a los trabajadores de la Casa Betania: «Son ángeles, nuestra familia, es imposible tener una queja».
Dos historias entre otras muchas
La Casa Betania tiene otras 26 historias que contar detrás de las personas que viven ahí, y otras muchas por parte de quienes solo usan el servicio de comedor. Trabajadores y voluntarios del centro redoblan esfuerzos estos días para dar a los más necesitados «una buena Navidad, como la que muchos llevan años sin poder disfrutar», asegura la directora. ¿Cómo viven estos días? «En familia. Para ellos esta es su familia. Conviven las 24 horas del día», apunta Carracedo.

El centro cuenta con estancias de tres tipos: transeúntes, corta y larga estancia. La primera es para personas que están en Zamora de modo puntual, la segunda para gente que necesita un alojamiento temporal y la tercera, para gente que necesita quedarse más tiempo. «Hay gente que se ha quedado años» ante la imposibilidad de independizarse. Porque el proceso de salir de la Casa Betania tampoco es fácil. «Tienen que alquilarse un piso pero, aunque tengan trabajo, mucha gente no se lo quiere alquilar cuando los ven, así que se tienen que quedar aquí». Con la gente mayor, «intentamos gestionar una plaza en alguna residencia», apuntan desde la dirección del centro.
«Algunos pueden alquilar un piso, pero no encuentran nada porque nadie les abre las puertas»
Beatriz Carracedo, directora de la Casa Betania
El servicio de comedor es utilizado diariamente por 50 personas, aproximadamente. Lo que se traduce en cien cubiertos (comida y cena) y en dos turnos por servicio, porque las instalaciones no dan para mucho más. Aquí el abanico de usuarios es más amplio, y hay muchos españoles que cobran la ayuda de 480 euros y no tienen para comida, por lo que acuden aquí. Son mayoritariamente hombres (las mujeres «tardan más en pedir ayuda» y, cuando lo hacen, están en peor situación) y no suelen tener familia. «Suelen venir solos a pedir ayuda», apunta Beatriz Carracedo. En el caso de las familias, Cáritas prefiere que busquen la comida y se la lleven a casa, para comer en el ambiente de su hogar y no en el del centro de acogida.
La labor de los voluntarios
A los trabajadores hay que unir catorce voluntarios que colaboran en la Casa Betania. Sin su trabajo desinteresado sería imposible que el centro cumpliera con la labor social que desempeña, única en Zamora. Lucía Paredes es de Perú, lleva meses en Zamora y «presta servicio«, como ella dice, de ayuda en el comedor durante dos días a la semana. «Me llena darme a los demás», asegura.

Paredes, que trabaja al cuidado de «un coronel retirado» en Zamora y que es además voluntaria en la Casa Sacerdotal de San José, reivindica la labor social de estos centros. «La satisfacción de ayudar a las personas, de prestarles tu tiempo, no tiene precio». Lucía trabajaba en Lima, una ciudad «agobiante» de diez millones de habitantes en la que dejó dos hijos y dos nietos. «No cambio mi vida actual por la pasada», añade.
La cocina, un servicio fundamental
La Casa Betania tiene once trabajadores. Son personal que se encarga de la limpieza de las instalaciones, de la burocracia (también se ayuda, sobre todo a los extranjeros, con los permisos de residencia y trabajo, entre otra documentación) y, también, de la cocina. Mari Ángeles Eloy es la cocinera, parte importante de la casa durante todo el año pero, en estas fechas, un puntal fundamental. «Intentamos que en estas fechas el menú sea más especial, dentro de las posibilidades de Cáritas».

Hoy, 1 de enero, los usuarios comerán entremeses, langostinos, pulpo, paella, cordero asado y dulces de Navidad. Ayer cenaron sopa de marisco y merluza en salsa verde. «La mesa es muy importante siempre, pero más en estas fechas, cuando todo el mundo busca un ambiente familiar» que, en parte, se consigue gracias a la comida.
Estos días, lejos de lo que pueda parecer visto desde fuera, son también festivos dentro de la Casa Betania. «Los usuarios agradecen mucho lo que se hace aquí». Ayuda el espíritu y la vocación de la plantilla. Mari Ángeles siempre llega tarde a su cena familiar y muchas veces falta a la comida de Año Nuevo. Lo hace «por estar aquí con ellos. ¿Que si compensa? Claro que sí, sin duda».