Unos segundos después de las doce, con la última uva aún en el gaznate, la pirotecnia complementa a las campanadas en el aviso de la llegada del Año Nuevo. Una sucesión de petardos y cohetes inunda las ciudades (y algunos pueblos) y genera problemas en los hogares donde hay determinado tipo de animales. Particularmente, perros. Ellos sufren con intensidad los ruidos provocados por las tracas y reciben el cambio en el calendario con «estrés, problemas en el comportamiento o trastornos del sueño».
Esto no lo dice ninguna asociación, lo apunta el veterinario Ángel Veloso, del consultorio Tierna, ubicado en Zamora capital: «En general, los gatos son seres que sufren más estrés pero, en los casos de ruidos fuertes como estos, los más afectados son clarísimamente los perros», apunta el profesional, que señala que, en circunstancias muy particulares, los estruendos de origen desconocido «les pueden llevar a colapsar».
No en vano, aunque no es lo habitual, «se han dado casos de muerte súbita», mientras que de forma más común los perros acaban con problemas de sueño, convirtiéndose en seres más ariscos o miedosos, o incluso atacando a sus dueños en casos extremos: «Hablamos de consecuencias que pueden llegar a ser realmente graves», admite Veloso.
Las consultas del 2 de enero
En general, su clínica suele tratar casos de estrés en estos animales a partir del 2 de enero y en los días posteriores a San Pedro. Es decir, cuando los petardos proliferan en una ciudad donde la pirotecnia tampoco es tan común. Veloso reclama que los dueños, ante la imposibilidad de frenar los ruidos, apliquen el «sentido común» al cuidado de sus mascotas en general cuando se producen estos casos.
El veterinario señala la pertinencia de «bajar las persianas, llevar al animal a la habitación más alejada de la calle o ponerle música» en el momento en el que terminan las campanadas y comienzan los ruidos: «Es importante no dejarlos solos ni expuestos; que haya gente con ellos para tranquilizarlos, acariciarlos y serenarlos», abunda el profesional.
En líneas generales, Veloso ve como una medida positiva cualquier gesto que pueda generar tranquilidad y confianza en los perros, como una conversación «en un tono normal» que sirva para aliviar las consecuencias de una noche festiva para los humanos, pero a veces sufrida para sus compañeros de otras especies.