En Sanzoles viven de diario menos de 500 personas y la edad media de la población supera los 54 años. En invierno la cifra total baja y la edad media sube, convirtiendo al pueblo, en estos días de niebla interminable, en una localidad con una elevadísima presencia de jubilados. Nada nuevo por estas tierras.
Pero eso cambia el 26 de diciembre. Hoy, mientras el zangarrón esperaba el fin de la misa corriendo alrededor de la plaza del pueblo, la comitiva que le acompañaba no tenía esos 54 años que marca la estadística del pueblo. Ni 50, ni 40, ni 30, ni veinte. Bueno es que llegara a diez. Una veintena de chavales de Sanzoles, hijos del pueblo y algunos, incluso, del extranjero, aguardan el fin de la misa corriendo el círculos con el mascarado. Niños, muchos de ellos de poco más de cinco años, pocos con más de diez, algunos de ellos con chupete. Todos con sus cencerros a la espalda, cada uno de su tamaño. Niños que muestran que la tradición, en Sanzoles, tiene quien la guarde. Que muestran que el zangarrón tiene futuro. Y si esta fiesta es la imagen del pueblo, como por allí dicen, la localidad de Tierra del Vino tiene dónde agarrarse.
El ritual, por lo demás, se completó como se viene haciendo desde hace siglos. Al rayar el alba, los quintos se repartieron por el pueblo para recoger el aguinaldo, con precaución de no ser vistos por el zangarrón (Alejandro Sánchez en el día de ayer), que lo requisa en tal caso. Una parte de la celebración, esta que se realiza de buena mañana, más auténtica para los vecinos del pueblo, que no han recibido todavía la llegada de los muchos visitantes que se acercan durante la mañana de hoy. Queda para ellos. A las 10.30 almuerzo, los típicos huevos con chorizo, y a continuar la celebración hasta que el zangarrón llega a las 12 a la plaza, donde espera fuera al fin de la misa, pues tiene vetada la entrada en la iglesia.
Salida de misa
El momento estelar del día se produce a la salida de misa, con el Baile del Niño y el ritual de las venias, cargadas de simbolismo y que concentran la atención del público. Un público hoy menos numeroso que en años anteriores (cuando el 26 de diciembre ha caído en fin de semana o ha sido festivo), pero siempre expectante a lo que sucede en el pueblo. Público que, visto desde fuera, sí refleja la realidad de Zamora, con más canas que chupetes en las filas. No así la joven compaña del zangarrón. Y esa es una gran noticia, primero para el futuro de la fiesta y, segundo, para Sanzoles.