En Gema los inviernos son duros. Tanto como lo son en los pueblos pequeños de la provincia de Zamora. Los veraneantes hace tiempo que se fueron y las familias que pasan unos meses en la localidad marchan después del puente de los Santos. Así que el pueblo se queda solo con los vecinos habituales, en Gema unos doscientos. El pueblo no tiene tienda, no tiene farmacia ni centro médico. Y, desde hace un año y medio, tampoco tiene bar. «Eso nos ha matado», asegura Enrique Díaz, alcalde del pueblo.
El bar de Gema cerró en mayo del año pasado «por lo que cierran todos los negocios en los pueblos». La persona que lo llevaba abrió otro local en Zamora capital y cerró este. Es el último servicio perdido por la localidad, pero este ha dolido especialmente. «Hemos abierto un chiringuito» junto al Ayuntamiento, donde hay unas máquinas de «vending», cuatro mesas con tablas de parchís, un par de barajas y algún tapete. Lo que le falta al chiringuito es gente. «La vida que da un bar no lo da aquello», asegura Díaz. «Este es un pueblo pequeño, pero desde que no hay bar, yo puedo pasarme dos meses sin ver a algún vecino«, se lamenta el alcalde.
La intención del equipo de Gobierno es insistir hasta que alguien se haga cargo del bar. Las instalaciones, que son municipales, han salido a licitación por un precio simbólico de cien euros. Hasta el momento se ha interesado una familia: «Dijeron que iban a venir a verlo», dice el alcalde. «Vamos a insistir hasta que venga alguien y se haga cargo del bar», añade. El Ayuntamiento, dentro de sus posibilidades, está dispuesto a ayudar. Anejo al bar «hay un salón de baile», también municipal, «que se podría ceder para organizar eventos si alguien lo coge». Incluso el pueblo podría ampliar las fiestas. «En lugar de un fin de semana, hacer cuatro días, para que la gente venga».
«Esto lo hemos visto lleno de mesas, en verano, claro»
Porque el alcalde es consciente de que el bar, cuando funciona, es en verano. En invierno da muy poco. «Las mesas de la partida de la tarde, algún café por la mañana, y poco más», confirma Carlos, el alguacil del pueblo. Pero en verano es otra cosa. El pueblo duplica su población «y la calle se llena de mesas de gente consumiendo». El que lo coja, dice Enrique, «tiene que pensar en el año completo, no en ir mes a mes. Porque mes a mes, sobre todo en invierno, no da».