En el Vigo de las luces, dos chicos zamoranos brillaron por su música. Diego, violinista, y Álvaro, chelista, ganaron el primer premio de sus categorías en el concurso de instrumentos de cuerda de la ciudad gallega, celebrado en el puente de diciembre. Los dos se apellidan Sánchez Mangas, son hermanos y tienen el respaldo de su madre, Rosana, que ejerce como profesora en el Conservatorio. El suyo es el hogar de la música, a veces de los «locos» y siempre de la pasión. Eso se desborda.
Diego, de 16 años, y Álvaro, que acaba de cumplir 13, quieren que el centro de su vida sea la música. Por eso se marcharon varios días a Galicia en busca de «las tablas» que luego necesitarán en las audiciones, en las pruebas que medirán su nivel: «Queremos seguir por este camino y, a la hora de acceder a un conservatorio o una orquesta, tendremos que demostrar que somos aptos», señala el mayor.
Su madre explica que los propios profesores recomiendan que los alumnos participen en este tipo de certámenes. Ella tiene ese papel de docente con Diego en violín, pero el rol en el caso de Álvaro y el chelo corresponde a Juan María Martínez: «Luego, a concursos como el de Vigo se va a título individual. En nuestro caso, fuimos los cuatro de la familia, aunque yo sí puedo aparecer a veces en los dos papeles», indica Rosana Mangas.
El cuarto dentro de esta historia es Marco Antonio, el padre de los chicos y el marido de la profesora: «Me encargo de la logística», apunta divertido. Cada cual con sus roles, todos llegaron a Galicia para un concurso con «mucho nivel» y gente llegada de distintas zonas de España y de Portugal. Allí, los dos zamoranos demostraron que la mezcla de talento y trabajo tiene la capacidad de imponerse.
Las elecciones y la competición
En el caso de Diego, la competencia incluía a chicos y chicas mayores que él, hasta los 18 años. Aun así, pasó la primera ronda merced a su interpretación de las piezas escogidas de Bach y Wieniawski. En la segunda, lidió con un concierto para violín de Camille Saint Saens antes de cerrar con La Campanella de Paganini. Nadie lo hizo mejor que él.
Su hermano Álvaro quedó encuadrado en la categoría infantil, hasta 12 años, y optó por un repertorio que ya tenía dominado: una pieza de Dvorak y una suite para violonchelo solo de Gaspar Cassadó. Aquí solo hubo una ronda, también con premio para los Sánchez Mangas, que salieron con un doblete de Vigo. Y lo que es mejor, con otra experiencia de valor incalculable.
Diego lo expresa de este modo: «No es lo mismo estar tocando en tu cuarto que ahí con un montón de gente», analiza. Ahora bien, no solo son los nervios. Para plantarse en un escenario como el de Vigo, con un nivel competitivo como el que había, hay que «rodar mucho el repertorio». «Tienes que saber que puedes hacerlo y luego disfrutar y hacer disfrutar», remarca el violinista.
Formación y disfrute
En eso seguirán los dos hermanos, en lo que ahora les toca, que es pasárselo bien mientras se forman. Aunque a veces cueste con el agobio propio de compaginar la educación reglada estándar con la formación musical. En esa parcela, no solo están los concursos o el conservatorio, también otras acciones «con gente de renombre» que Diego y Álvaro aprovechan «para mantener el nivel».
«Tienen unas cualidades estupendas, pero si se dedican a la música tiene que ser porque ellos quieren», zanja la madre y profesora. De momento, los dos tienen claro su destino, aunque no focalizan un objetivo muy concreto. Solo pretenden que sea la música; el violín uno, el otro el chelo. Su casa seguirá vibrando al ritmo de las cuerdas.