Cuando la madre de Sebastián Quintanilla murió, dejó en su casa una máquina de coser marca Alfa. Por entonces, su hijo no había mostrado un interés particular por el dispositivo, pero aquella especie de herencia le abrió un nuevo camino vital: «Creo que para sentirse más cerca de ella empezó a comprar estos aparatos y a arreglarlos; los cogió de Wallapop, de Milanuncios, de gente que las tenía en casa de una tía o de una abuela… Salían por todos lados», recuerda ahora Lierni, la representante de la tercera generación familiar de esta historia.
Dicho de otro modo, a Sebastián se le fue el hobby de las manos: «Incluso se fue a una asociación para aprender a coser, llegó a dar cursillos de costura y siguió comprando máquinas durante 15 años, hasta el último momento», rememora su hija. Ese instante final llegó el 19 de marzo de 2022. Para entonces, este hombre burgalés, asentado en Guipúzcoa, había adquirido casi 300 aparatos de estas características. Unidos al resto de objetos que atesoraba, Lierni que no tiene hermanos, se encontró con varios espacios llenos de recuerdos de su padre.
Esa acumulación preocupaba moderadamente a la hija del coleccionista. Lo que en realidad la inquietaba era cumplir el sueño de Sebastián: «Él siempre quiso que se creara una especie de museo donde pudiera exponer sus cosas de forma permanente. Lo intentó aquí en Zamora y, antes de morir, me dijo que era muy difícil conseguirlo. Ahora, yo estoy en ello», explica su descendiente.
La elección de Zamora
¿Por qué en esta provincia? «Con 12 años, él se vino a la Universidad Laboral a estudiar y, desde entonces, siempre mantuvo relación con la gente de su clase. Tanto es así que al final quiso vivir aquí», subraya Lierni. De hecho, una parte importante del legado material de Sebastián se encuentra ahora en un garaje situado en la ciudad. En ese local están la mayoría de las 300 máquinas de coser y algunas otras cosas más: desde unos esquís a un trineo, pasando por varias radios antiguas.
Pero es en los aparatos cosederos donde se encuentra el verdadero tesoro: «Hay Singer, Alfa, Wertheim; aparatos grandes y pequeños; con o sin caja; maquinas alemanas o inglesas; varias del siglo XIX, mogollón de época de 1900…», enumera la hija de Sebastián, que ha hecho un inventario a mano con la inestimable ayuda del Google Lens y que ha perdido un permiso no remunerado en el trabajo para ponerlo todo en orden, contactar con las instituciones y hacer posible lo que su padre daba por perdido.
Con la ayuda de un hombre llamado Manolo Carretero, Lierni Quintanilla contactó primero con la Diputación y con el Ayuntamiento de Zamora, que a su vez le dieron el teléfono de algunos alcaldes rurales con los que ha podido alcanzar los acuerdos que pretendía: 15 de las máquinas de coser irán a parar al museo del traje de Carbajales de Alba; las restantes se las llevará Sanzoles.
Según sostiene la hija del coleccionista, este municipio zamorano cuenta con el espacio apropiado para crear un museo en torno a la obra adquirida por Sebastián Quintanilla: «Con el tema del zangarrón, también hay algo que tiene que ver con la costura», argumenta Lierni, que agradece también la ayuda del Etnográfico, cuyos responsables apoyarán el montaje en Sanzoles.
La hija de Sebastián hará una cesión de todas las máquinas: «No he pedido nada de dinero; todo es por cumplir su sueño», asevera casi emocionada. Las lágrimas llegarán el día en el que sus ojos vean el anhelo cumplido: «Cuando se inaugure, me echaré una buena llorera», admite.