Imaginemos que, a partir de hoy mismo y durante un año, una persona sale a la calle en una ciudad grande, como Valencia, con un contador en la mano que pulsa cada vez que se cruza con una persona gorda. ¿Qué cifra obtendría al final de este experimento? ¿Setecientas? ¿Mil? ¿Dos mil?
¿Y si yo te digo que la cifra es cincuenta y siete? ¿Te suena creíble que una persona que vive en una ciudad de más de 700.000 habitantes se cruce a lo largo de un año con un total de cincuenta y siete personas gordas?
57 es el número de personajes percibidos como gordos que han aparecido en las películas y series españolas durante 2022, según el Informe sobre gordofobia en la ficción audiovisual nacional presentado por el Observatorio de la Diversidad en los Medios Audiovisuales de España (ODA).
Menos del 6% de los personajes tienen cuerpos no normativos en la ficción española, frente al 34,3% de españoles que tienen sobrepeso y el 14% que tiene obesidad, según el Módulo de Salud de la Encuesta de Condiciones de Vida 2022.
¿Entonces? ¿Qué está pasando? Pues varias cosas a la vez. La primera, que el contenido que consumimos a través de pantallas (televisión, realities, ficción, redes sociales…) tiene un fuerte impacto en la forma en la que percibimos el mundo, y no solemos ser conscientes de ello. Sin embargo, al ver siempre lo mismo (los mismos tipos de cuerpo, los mismos tipos de hombre, de mujer, de familia, los mismos destinos de vacaciones, de planes de fin de semana, hasta de decoración navideña), nuestra percepción de “lo normal” cambia. Y si no solemos ver gordos en las pantallas pensaremos que ese no es su sitio, y cuando se creen nuevos contenidos no nos chirriará que no haya ni una sola persona con más de un 10% de grasa corporal en la serie sobre el instituto más caliente de Madrid.
Otra de las cosas que está pasando es que los modelos aspiracionales tienen mucho más éxito que otro tipo de personajes. Es bastante probable que en tus redes sociales sigas, además de a tus amigos, a gente a la que te quieres parecer o cuyas vidas, capacidades o cuerpos admiras. Esto lo saben los algoritmos, que dan más visibilidad a unos contenidos que a otros, y lo saben los que ponen la pasta a la hora de hacer producciones audiovisuales, que prefieren jugar seguro y poner a dos, tres o cuatro tíos y tías buenas como protagonistas antes que a un actor o una actriz que se parezca a ti.
La cultura gordófoba
Y, por último, pero no por ello menos importante, lo que también ocurre es que nuestra cultura es gordófoba. Se nos educa en la creencia de que los cuerpos gordos son feos, problemáticos, incluso enfermos, generando así prejuicios y clichés que se refuerzan, habitualmente, en la ficción audiovisual.
Las personas gordas tienen muy poco espacio en nuestras pantallas (no caben, jaja, qué gracia) porque creemos que solo tienen un reducido número de historias que contar: la de superación, cuando se esfuerzan y adelgazan; la de fracaso vital, equiparando engordar con “dejarse” o con sufrir enfermedades como la depresión; o la del bullying y sus consecuencias. Eso en el caso de papales protagonistas, los personajes secundarios caen aún más en el cliché, como la gorda graciosa o el gordo que se enamora de su mejor amiga/o.
Los casos en los que los actores y actrices gordas interpretan a personajes cuyo físico no tiene nada que ver en la trama son prácticamente inexistentes. Es decir, que si el guion no exige que el personaje sea gordo, nunca se va a pensar en un gordo para interpretarlo. Si en el guion solo pone “profesor”, ningún director de casting pensará “podíamos buscar actores con todo tipo de corporalidades, ya que en la vida real no importa cómo sea tu cuerpo para ser profesor”.
Una mayor representación supone una mayor normalización de la diversidad corporal y es un camino muy eficaz para empezar a derribar estereotipos y mitos que fomentan la gordofobia.