La primera jornada del V Congreso Internacional Silver Economy de Zamora contará con ponentes del nivel de José Antonio Enríquez, profesor del Centro Nacional de Investigadores Cardiovasculares Carlos III (CNIC) y premio de investigación “Margarita Salas” 2022 de la Comunidad de Madrid. El experto, que acudirá de forma presencial al Ramos Carrión, abordará la comprensión de la fisiopatología mitocondrial en el envejecimiento, un tema con más interés para el público de lo que puede sugerir el nombre.
Durante la charla con este medio, mantenida horas antes de la apertura del congreso, Enríquez explicó que «la mitocondria tiene elementos que la hacen especialmente relevante en el estudio en general del envejecimiento en cualquier ser vivo» y abundó en explicaciones sobre sus características antes de apuntar algunos datos clave sobre su valor a la hora de abordar el misterio del envejecimiento, un proceso irremisible que, sin embargo, se puede modular para que resulte más llevadero:
– Los estudios que han realizado su equipo y usted vienen a arrojar luz sobre ese misterio que es el envejecimiento humano. En muchos casos, no se explica por qué algunas personas sufren un proceso más acelerado y otras uno mucho más lento. ¿Estos descubrimientos nos acercan a saber cuáles son las claves de esas diferencias entre los individuos?
– Habría que precisar. El proceso es similar, pero lo que no es similar es la velocidad. No hay personas que no envejezcan y personas que sí envejezcan: envejecemos todos los seres humanos y todos los seres vivos. Lo que sí es cierto es que hay personas que se conservan más sanas durante el proceso y gente que declina muchísimo más rápido. Y esto tiene un componente genético, de herencia; un componente que creemos que es importante en mitocondrias; y un efecto muy importante de los estilos de vida. La obesidad, la diabetes, un estilo de vida sedentario, la falta de ejercicio, la sobrealimentación o la infraalimentación aceleran los procesos de deterioro. ¿Por qué? Los seres humanos tenemos sistemas de autorreparación de los daños que se van acumulando por el hecho de estar vivos, y estos sistemas van perdiendo eficiencia con la edad. Pero si tú tienes un estilo de vida bueno, combinado con unos condicionantes genéticos que te permiten mayor robustez en los sistemas de autorreparación, entonces manifiestas más tarde los problemas. Lo vemos en los modelos con animales. Lo que pasa es que, en todos los casos, cuando llegan al máximo de su vida, acaban deteriorándose con mucha rapidez. La idea en humanos es el concepto de fragilidad. Vamos a intentar vivir más años, pero sobre todo más sanos. Si tú vives más sano es probable que estés en el grupo de edad que vive más años, pero al final, en ciencia, las reclamaciones de que vamos a vivir mil años… No es ni más ni menos que lo que soñaban los griegos de encontrar la fuente de la eterna juventud. No estamos en eso. Estamos en disminuir el periodo de tiempo que envejecemos con enfermedad para lograr que el deterioro sea más tarde y tengamos más años de vida feliz.
«No estamos en vivir mil años, sino en disminuir el periodo en el que nos deterioramos con enfermedad y en ganar más tiempo feliz«
– De un tiempo a esta parte, la gente ya vive más años. ¿Ahora hay que incidir en que las personas vivan mejor en edades avanzadas?
– Sí, hay dos elementos ahora. Uno va por ahí y otro por evitar que las personas mueran cuando ya están muy deterioradas. Eso es mucho más doloroso. Estamos hablando de gente que no acaba de morir porque tiene el apoyo de máquinas, pero esa es una vida muy deteriorada. Es mejor tener una calidad de vida suficiente que un exceso de intervención a la hora de vivir a toda costa. Lo que queremos es vivir lo que haya que vivir, pero independientes, sanos, sin fragilidad, autónomos… Eso sí, evidentemente, a los 80 años eres una persona de 80 años. No puedes ir a jugar al fútbol en Primera División, por mucho que te conserves sano, pero puedes intentar no tener que vivir internado en una residencia, en una silla de ruedas y alimentado artificialmente. Es decir, feliz y sano, aunque viejo.
«Es mejor tener una calidad de vida suficiente que un exceso de intervención a la hora de vivir a toda costa«
– ¿Lo que más cuenta a la hora de prolongar esa vida sana es el estilo de vida?
– Hay dos elementos que cuentan. El estilo de vida no es homogéneo. No a todo el mundo le conviene lo mismo. El entendimiento de cuáles son tus factores heredados te podrá permitir definir cuáles son los comportamientos, modos de vida y alimentación más adecuados a los factores heredados que tienes. Dar un mensaje de que todo el mundo tiene que tener un tipo de alimentación X es un error. Una determinada cantidad de comida puede ser poca alimentación para ciertas constituciones genéticas, demasiada para otras o la adecuada para un tercer grupo. Eso de que hay estilos de vida que nos van a hacer más sanos sí o sí creo que no es completamente correcto. A ver, hay cosas generales: no debes ser sedentario, debes tratar de no ser obeso, debes tratar de evitar determinadas comidas que sí que son dañinas «per se», pero luego la finura con determinado ayuno o determinado tipo de calorías ya tiene que ajustarse por persona. No podemos dar un mensaje simplista, sino que quede muy claro que para cada edad y para cada tipo de persona el estilo de vida que más le permite mantener la salud tiene que tener sus correcciones y adaptaciones específicas. Eso es fundamental.
– ¿Conviene fijarse en los antecedentes de los padres y los abuelos o no cuenta tanto?
– Lo que cuenta de padres y abuelos es que de padres longevos sí que es probable que los hijos sean más longevos. Lo que pasa es que se debe hacer un análisis a título personal. Es decir, si el estilo de vida es extremadamente diferente, todo lo que condicionaba a tu padre para ser longevo puede que ya no te sirva. Lo que sí es cierto es que hay pautas muy generales. En nuestra evolución como seres humanos, se han seleccionado características de acuerdo con el modo más habitual de vida de la especie humana. Por ejemplo, tener comida abundante de manera continuada no era lo normal. No hemos evolucionado en ese contexto. Ahora, la tenemos determinados grupos sociales en países avanzados. Y nuestro sistema de asimilación de alimentos está preparado para lo contrario, para acumular por si acaso no hay mañana. Por lo tanto, si tú comes sin control, vas a tener un exceso de acumulación y por eso se da el fenómeno de la obesidad. Eso se aplica a determinada población, pero hay otros que están pasando hambre o que tienen anorexias. También a lo largo de la historia ha habido ejemplos concretos como los de los marineros, que no comían cítricos y que tenían enfermedades concretas por falta de vitaminas. Es decir, todo mensaje excesivamente simplista te puede llevar a un error. Aquí la idea es que, dependiendo del modo de vida, de los genes que tienes y del acceso a las condiciones de alimentación, debes buscar la situación óptima.
«Dar un mensaje de que todo el mundo tiene que tener un tipo de alimentación X es un error»
– ¿Esto se podrá individualizar más a lo largo de los años; se podrá tener un plan más personal?
– Claro, nosotros hemos visto que si tienes un ADN mitocondrial derivado de una madre que es distinto del derivado de otra madre, en iguales condiciones de ejercicio o de alimentación, se puede dar un deterioro diferente. Hablamos de roedores, pero solo cambiando ese aspecto. Puedes decir: yo quiero el ADN mitocondrial que da una mayor calidad de vida. Pero si sueltas a esos ratones fuera del laboratorio, ves que el más longevo luego tiene problemas a la hora de buscar recursos cuando no se los dan. Lo bueno y malo siempre es dependiente del contexto. Hay que entender cómo podemos evaluar a cada persona y ver cuál es el programa que a cada uno le conviene para retrasar las enfermedades asociadas a un envejecimiento que va a seguir produciéndose.