Mauro Pedrero es un apasionado de la música. Aunque introducido en el “mundillo” desde bien pequeño gracias a la afición de sus padres y al buen ambiente cultural en el que se crió, la de Pedrero es una formación tardía. No vive de tocar la batería, que era su pasión de juventud y que sigue siendo su “hobby” preferido. No vive de tocar el violín, instrumento que le apasionó en sus primeras etapas. El zamorano es bajo barítono, uno de los de más proyección de su generación. Y su trabajo ha costado.
Pedrero empieza a dar clases de canto hace ahora aproximadamente una década, con la soprano zamorana Conchi Moyano. La suya es una mezcla de talento y tenacidad. Debuta con la ópera “Yo, Claudio”, en principio con lo que en el argot se llama un “partiquino”, una parte pequeña de la obra. Una parte pequeña en escenarios, eso sí, muy grandes, porque la obra se iba a estrenar en el auditorio Miguel Delibes de Valladolid para después continuar la ruta por el Teatro Romano de Mérida y a teatros de Madrid, Bilbao y Zaragoza. “Recuerdo la reunión en las Aceñas, decirle a Conchi que no estaba preparado, que era mucha responsabilidad”. En la obra, los artistas “secundarios”, como era el caso de Mauro, estaban obligados a firmar un “cover”, esto es, a asumir el papel del personaje secundario de la obra en caso de accidente. “Como yo tengo muy mala suerte, o buena, como se mire, me estudié antes los papeles esos que los míos propios. Dos semanas antes del estreno, derrame de retina del bajo y tuve que comerme esa responsabilidad. Si la obra duraba tres horas y media, yo estaba una hora y tres cuartos en el escenario. Tenía ocho personajes, los tres míos y cinco del compañero”.
Una experiencia que curte. Pero volvamos a los orígenes, a sus padres. Mauro habla con admiración de su padre, relata como estuvo entre los encargados de poner en marcha los gigantones y gigantillas de la ciudad, con Alberto Jambrina y Pablo Madrid. Pero se deshace en elogios hacia su madre. “Es una crack, va a por su tercer grado medio del Conservatorio. Ya tiene dos: trompa y contrabajo. Y ahora va a por el de canto”. También habla de su abuelo, un aficionado de la zarzuela. Y de su bisabuelo, encargado del atrezo en el Ramos Carrión. Mucha herencia, pero el primero en iniciarse en el canto fue él.
«Al final, el canto es musculatura. También hay que trabajar lo físico»
Mauro Pedrero
Conchi Moyano ya decía en una entrevista que Mauro Pedrero prometía y entre sus virtudes destacaba “su inteligencia”. “La cabeza es lo más importante, el instrumento más importante que hay”, reflexiona el bajo barítono. “Hay gente que tiene el don de cantar de forma natural, pero el trabajo es muy importante. La gente que lo tiene natural después puede perderlo y no lo sabe recuperar. En cambio, si has trabajado, sabes como hacerlo”.
Porque la preparación de un bajo tiene también su parte física. “Al final, el canto es musculatura. Desde que canto me ha crecido el torso, el cuello se me ha ensanchado. Hay cantantes que parece que están gordos, pero interiormente tienen una buena musculatura para su trabajo”.
Basilio en «El barbero de Sevilla»
Mauro Pedrero se encuentra actualmente en una producción que el Teatro Real de Madrid ha puesto en escena para público infantil y familiar. Actúa en el Real Teatro del Retiro, en Madrid, cuatro días por semana representando a Basilio, de “El barbero de Sevilla”. Una adaptación teatral “muy buena” que cambia ciertas partes por diálogos entre los personajes y se desarrolla en castellano y no en el italiano original, pero que sabe respetar la esencia de la obra. “Es para niños y para público adulto que quiera iniciarse en la ópera”, asegura.
La ópera va a moverse ahora por España. Es una coproducción del Teatro Real con la Maestranza de Sevilla, así que en diciembre se desplazará unos días a la capital hispalense para dar vida a Basilio. “Se están negociando otros sitios, teatros muy importantes”, asegura, sin querer detallar más.
Batería en sus ratos libres
Pedrero mantiene, con todo, su afición por la batería. En verano, cuando la ópera para, la retoma. “¿Qué disfruta más?”. “Son placeres diferentes. Me encanta tocar la batería y me encanta cantar, pero la responsabilidad no es la misma cuando estoy cantando ópera que cuando toco con mis amigos, aunque también lo haga a nivel profesional”. Mauro vive por la música, en su trabajo y en sus ratos libres. Y es que uno no se convierte por arte de magia en una de las grandes promesas de la cultura zamorana.