Los dos hombres que se sientan a la mesa son los responsables de que Zamora tenga conciertos cada semana. Ni más ni menos. De un lado, Álvaro de Paz, del Avalon; del otro, Miguel Ángel Sotelo, de La Cueva del Jazz, que ejerce como anfitrión en su local de la Horta. Lejos de competencias insanas, los dos se saludan con afecto. Es la víspera de Santa Cecilia y la cita con este medio tiene todo el sentido. Ellos son los patrones de la música en directo en una ciudad que a veces parece adormilada, pero que siempre tiene dos rincones a los que entrar, tomarse una cerveza, conocer a un grupo nuevo o alentar a los amigos que tocan sus canciones. Y llevan tanto tiempo que su existencia se da por descontada.
La Cueva del Jazz empezó con los conciertos en su local de toda la vida allá por 1984: «Me decían que estaba loco, que no era buen negociante», arranca Sotelo, que puso en marcha su idea en un contexto en el que ni siquiera había grupos zamoranos. Por entonces apenas empezaba a sonar un conjunto llamado «Blanca Doble», pero nada que ver con lo del siglo XXI. «Ahora hay mucho nivel y más sitios donde aprender música, en las escuelas como Musikea o por Youtube. Ya no tienes que echar para atrás la cinta para volver a escuchar el tema», apostilla De Paz.
En el caso del Avalon, todo empezó en 1996. Para esa época, ya habían pasado los tiempos en los que las salas eran una rareza «y los grupos llamaban para tocar», como recuerda Sotelo, pero aún así el movimiento de Álvaro de Paz entraba dentro del capítulo de atrevimientos. Organizar conciertos ha sido un jaleo toda la vida, pero entonces había que escuchar a los artistas por cinta antes de contratar el bolo. «Y años atrás no se podía cobrar entrada porque no se aceptaba», apostilla su compañero.
27 años de trayectoria paralela
Desde ese momento, y han pasado ya 25 años, los dos negocios han hecho de la música en directo su seña de identidad. Centenares de grupos de fuera y decenas de conjuntos de la tierra han pisado sus escenarios con tratos muchas veces mejores que los que encontraban lejos. «Lo que pasa es que ninguno de aquí ha triunfado como para salir en Los 40», subraya Sotelo. Eso queda pendiente pero, cuando emerja algún artista con esa proyección, probablemente no habrá que buscar muy lejos para saber dónde tocó primero.
Los dos hosteleros, y ahora el hijo de Sotelo, que se ha implicado en el tema, hacen un esfuerzo por tratar de traer a Zamora a músicos de calidad, muchas veces artistas emergentes dispuestos a tocar en estas salas pequeñas antes de dar un salto mayor. De Paz admite el esfuerzo que conlleva la selección, mientras que el responsable de La Cueva del Jazz remarca que muchas veces ha aprovechado la posición geográfica de la ciudad para cazar algún concierto por encima del nivel habitual. «La pena es que no tenía una gran respuesta y luego te encuentras llena la sala con un tributo», apunta.
Un negocio de rentabilidad dudosa
Entre ambos, no asoma un atisbo de duda sobre la continuidad de lo que hacen, mientras todo marche como hasta ahora, pero eso no quiere decir que lo de la música en directo sea una mina de oro. De hecho, De Paz asegura que «no es rentable». «Mientras pueda seguiré», matiza el dueño del Avalon mientras Sotelo asiente. Eso, a pesar de que a veces el público elige otro plan o de que los montajes y los ensayos expulsan a la clientela potencial durante horas sin que eso quede compensado por la caja durante la actuación.
Sotelo y De Paz trabajan movidos por otra cosa; no es el dinero. Tampoco la ambición por competir entre ellos: «Tú tienes a tu gente y yo a la mía. Punto», indica el responsable de La Cueva del Jazz dirigiéndose a su compañero del Avalon. Pero aunque eso sea así, también existe un público que fluctúa de un lado a otro en función del cartel nocturno de cada fin de semana. Entre los dos bares se programan unos 120 conciertos al año y con paréntesis en verano, así que la coincidencia es inevitable. Los dos dejan que la gente elija sin hacer dramas.
Entre ese público, hay personas que luego se pasan más por los bares «para apoyar», conscientes de que un granito de arena siempre ayuda para mantener el negocio que trae la música a Zamora: «Esto es picar piedra, pero sí es cierto que con los conciertos se fideliza; hay mucha gente que lo valora», apunta De Paz.
El respaldo institucional
Para los dos hosteleros, quien quizá podría valorarlo más es el Ayuntamiento de Zamora: «Creo que deberían involucrarse, porque lo que traemos es cultura», razona el dueño del Avalon, que tampoco se muestra particularmente esperanzado ante la posibilidad de un cambio. El único apoyo que reciben por la vía institucional llega del Ministerio, aunque el gran motor siempre será la voluntad de quienes sostienen los negocios. Miguel y Álvaro se despiden de nuevo con un gesto de aprecio. Toca trabajar. El viernes volverá a sonar la música en directo en sus locales.