El Palacio de Bustamante de Toro es ejemplo de lo que le sucede al patrimonio histórico de las ciudades cuando acumula años y años de abandono por parte de propietarios y desidia por parte de las instituciones públicas. Las estancias en que años pasados ocupó Santa Teresa de Jesús están hundidas. El aspecto, más que el de un edificio singular en el tercer núcleo de población de la provincia, bien parece el de una vivienda de nula calidad en un pueblo que lleve años abandonado. El patrimonio, en Toro, se acumula bajo los escombros.
El Palacio de Bustamante, en la Lista Roja de Hispania Nostra desde hace ya un tiempo, se remonta al siglo XV y su fundación se vincula a Pedro I «El Cruel» puesto que, indica la propia fundación de defensa del patrimonio, «se tiene constancia de que Inés Gómez, vecina de Villalpando, vendió en el año 1946 el edificio, ubicado en la calle La Reina, a García Alonso de Ulloa, cuyo mayorazgo fue heredado por Guiomar de Ulloa.
Santa Teresa de Jesús
Fue precisamente esta circunstancia la que trajo a Toro en repetidas ocasiones a Santa Teresa de Jesús. En las dependencias que habitaba se adecuó años después un oratorio, decorado con alfarjes policromados para resaltar la estancia. Este es el patrimonio que ahora se acumula bajo los escombros, que es a lo que ha quedado recudido el edificio después de varios desplomes. Las únicas actuaciones llevadas a cabo han consistido en apuntalar el exterior para que los derrumbes no se produzcan hacia la calle. Algo es algo.
Ante la ausencia de herederos, el palacio y otros bienes pasaron a depender del monasterio del Sancti Spíritus que, a su vez, en 1672, lo vendió a Félix de Ribera Velázquez. Cambia de manos varias veces en las siguientes décadas y fue adquirido por un empresario toresano a comienzos de siglo. Después es embargado por una entidad bancaria, a la que pertenece hoy. El interés en el inmueble, como se ha demostrado, es nulo. Cabe decir, además, que el Palacio de Bustamante no tiene grado de protección alguno.
Derrumbado
El habitáculo que ocupó la santa abulense se conservaba, hasta el año pasado, en una de las esquinas del palacio y se distinguía a la perfección del resto de estancias, no solo porque una lápida en el exterior con una inscripción así lo atestiguaba, «sino porque el que fuera propietario del edificio en el siglo XVII, Diego de Bustamante, que enajenó el edificio en 1690, decidió mantener el aposento tal y como estaba cuando alojó a la religiosa fundadora de las Carmelitas Descalzas». En octubre del año pasado, hace ahora poco más de un año, la habitación se derrumbó.
El edificio requiere una intervención urgente que ni se va a realizar en próximas fechas ni, lo que es peor, parece estar en los planes de nadie. Los últimos trabajos datan de hace más de quince años, cuando se proyectó dedicar el palacio a un establecimiento hostelero, proyecto que la crisis económica se llevó por delante por la elevada inversión que precisaba.