En el año 1623, tres vecinos de Arquillinos ganaron, de manera inopinada, una batalla judicial contra el señor de sus tierras en la instancia de la Real Chancillería de Valladolid. El noble de turno, Juan de Mella, había suprimido de forma unilateral el concejo de la villa, básicamente por motivos económicos, y había condenado así al exilio a las únicas personas que quedaban en el territorio. Aquel era el resultado de varias décadas de caída demográfica y de pérdida económica que confluyeron hace 400 años y que condujeron a una victoria de David contra Goliat cuyos detalles se conocieron en el III Congreso de Historia de Zamora.
El encargado de narrar tal episodio fue Juan Francisco Fernández, que ha investigado el hecho acaecido en el entorno de la Lampreana para arrojar luz sobre un suceso que hunde sus raíces en la crisis documentada en el siglo XVII. Ya en las últimas décadas de la centuria anterior, todavía con Felipe II como monarca, la urgencia de incrementar los ingresos para sostener el imperio trajo consigo un aumento de la presión fiscal sobre los labradores y los arrendatarios, un movimiento que alteró los equilibrios sobre el terreno.
Según el relato de Juan Francisco Fernández, en aquellos años, y hasta bien entrado el siglo XVII, se registraron sucesivas crisis agrarias y de subsistencia, que se vieron tristemente acompañadas por una sobremortalidad muy aguda. La epidemia de la peste bubónica resultó fatal y se hizo particularmente dura en esta zona de Campos-Lampreana de la actual provincia de Zamora.
Una despoblación mayor que la de ahora
Las muertes de los vecinos y “el brutal endeudamiento” causado por las crisis agrarias que precedió a una ola de emigración causaron “una despoblación enorme, mucho mayor que la que hay ahora”, según el autor del estudio, que aportó cifras concretas. Sin ir más lejos, Arquillinos pasó de 100 habitantes en 1561 a solamente 10 siete décadas más tarde, un ejemplo paradigmático de lo que ocurrió en todo el entorno, como muestra este gráfico elaborado con las cifras aportadas por Juan Francisco Fernández durante el congreso.
Durante este proceso, el señorío de Arquillinos, en aquel momento de tipo eclesiástico y con parroquia perteneciente al Arzobispado de Santiago, pasó a manos laicas. En concreto, de Francisco García, que lo incorporó al mayorazgo de Villalpando. A su muerte en 1592, fue Juan de Mella quien se quedó con la posesión y se encontró con una realidad de “dificultades financieras” que le llevaron a deshacerse de parte del patrimonio. Lógicamente, “a menos vecinos, menos rentas”.
Fue en ese marco en el que, ya en 1616, Juan de Mella decidió “suprimir unilateralmente” el concejo de la villa de Arquillinos. Según el autor del estudio, como aquello ya le reportaba tan poco beneficio, le interesaba hacer uso de las tierras para sus propios ganados y para la ampliación de las rentas, pero no contaba con que los vecinos presentarían batalla, y eso que en aquel momento, de forma coyuntural solo quedaban cinco. Pero con tres bastó.
Los detalles del pleito
Los lugareños pleitearon contra su señor ante la Real Cancillería de Valladolid, a pesar de las malas perspectivas que podía tener un labrador contra un noble hace 400 años. Los afectados acusaron a Juan de Mella de “querer despoblar la villa para convertirla en un coto redondo” y alegaron que no nombraba oficios municipales desde hacía siete años; que se apropiaba de tierras concejiles, caminos y cañadas; que encarcelaba y maltrataba a quienes le contrariaban; que había llenado la villa de conejos, que derribaban casas y talaban cosechas; y que obligaba arbitrariamente a los vecinos a dar hospedaje a sus criados.
El tribunal aceptó los argumentos de los tres vecinos y el concejo de la villa recuperó sus derechos. El autor del estudio explicó que “la política contra la despoblación de la Corona, afianzada con el pensamiento de los arbitristas, favoreció la victoria judicial contra el señor de Arquillinos”. Gracias a esta victoria, el pueblo fue, poco a poco recuperando población hasta rozar el medio millar de habitantes ya entrado el siglo XX. Ahora, el vaciado moderno ha reducido esa cifra hasta los 117, pero la llama sigue viva gracias a aquella lucha antiseñorial de defensa pacífica de los derechos en pleno corazón de la Lampreana.