De Madrid a Zamora. Y, más concretamente, de Madrid a Asturianos. Ese es el camino que emprendieron hace ya cinco años Javier y Sonia, la pareja que hoy regenta la única tienda que aún pervive en la localidad de la Carballeda. Un negocio del que «tiran» habitualmente los 128 vecinos que, según los últimos datos del INE, resisten el envite de la despoblación en Asturianos. «Pero no solo a ellos, también vienen muchos de los pueblos que dependen de este». Cerezal de Sanabria, Entrepeñas, Lagarejos de la Carballeda, Rioconejos y Villar de los Pisones. 114 vecinos entre todos.
«La realidad es que somos prácticamente un servicio público«, asegura Javier Remorino, medio en broma medio en serio. Y no es una afirmación descabellada. En un breve periodo de una hora de una mañana más que desapacible del mes de noviembre pasaron por la tienda de Asturianos tres vecinos del pueblo, varios distribuidores de alimentos e incluso algún repartidor de paquetes. «No somos punto de recogida de Amazon, pero como si lo fuéramos», porque los vecinos, en caso de ausencia, mandan al repartidor «a la tienda».
Que no está abierta siempre, pero casi. El horario de invierno permite a Javier y a Sonia bajar la trapa a las ocho de la noche y descansar las tardes de los sábados y los domingos. No es poco, viendo el horario de verano, que tiene al matrimonio detrás del mostrador hasta el anochecer (fácilmente más allá de las diez de la noche) y que no permite descansos ni en las tardes del fin de semana. «Por aquí pasa mucha gente, turistas camino del lago, peregrinos… las tardes de los fines de semana de verano son de mucha actividad».
«En invierno descansamos los fines de semana por las tardes. En verano, ni eso»
Javier Remorino
Unas compensan a las otras, porque en invierno «miras por la ventana, ves que es de noche… pero no puedes irte, porque eres la única opción para mucha gente», reflexiona el emprendedor. Y es que la tienda de Asturianos es la única opción en varios kilómetros a la redonda para según qué cosas. Si se acaba el butano en la estufa, Javier tiene bombonas. Si se acaba la leña para la chimenea, en la tienda hay. Que no hay comida para los animales, pues a la tienda. Y que falta algo para llevarse a la boca a la gente que al anochecer llega de trabajar, pues al comercio de Asturianos. «Hay noches que estamos viendo la televisión y nos llaman: oye Javier, por favor, que me urge tal cosa. Y bajas y se lo das, ¿qué vas a hacer, si aquí nos conocemos todos?», comenta. Pues eso, un servicio público.
Javier Remorino y Sonia Pérez abrieron la tienda en el año 2018. «Pensamos en abrirla antes, pero hubo otra persona que se me adelantó, abrió otra tienda en el pueblo y claro, para dos, no da». Así que a esperar la oportunidad. El matrimonio trabajaba y vivía en Madrid, ambos como empleados de un hospital de la capital.
«A nosotros nos compensa el pueblo, pero entendemos que la gente se lo piense antes de venir»
Sonia Pérez
Un percance impidió que Javier siguiera desempeñando su ocupación. «Es ahora o nunca», pensó cuando en 2018 la anterior tienda cerró. Sonia, por su parte, mantiene su ocupación en la capital de España, trabaja a media jornada y, como ella reconoce, «junta días» para pasar en Madrid el menor tiempo posible. Cuando es necesario, se desplaza en AVE y, a la que puede, vuelve . Es ella la que desciende de Asturianos. «Pero a mí el pueblo me encantó desde el principio», asegura su marido.
La pareja tiene cuatro hijos, tres independizados y uno que aún vive con el matrimonio, y reflexiona desde su situación sobre las dificultades de vivir en un pueblo de la provincia. «Ahora bien, cuando llegue al instituto…», asegura Sonia previendo las dificultades para cursar cerca de casa, por ejemplo, una FP. «Hay que ir a Benavente o a Zamora. Aquí hay gente que todos los días va y viene a Zamora», asegura. «A nosotros el pueblo nos compensa, pero hay que entender que haya gente que lo vea y piense que no es fácil. Cosas sencillas en la ciudad, como apuntar a tu hijo a inglés por las tardes, aquí son un reto, obligan a una planificación impresionante para cuadrar horarios».
Un punto de salida a la producción local
Javier saca pecho y asegura que, gracias a su negocio y a los que como el suyo hay repartidos por los pueblos de Zamora, muchos productores locales aún pueden dar salida a sus productos. «Las grandes cadenas ya se sabe, tienen su cadena de distribución. Los productos locales los encuentras en estas tiendas, y más baratos», añade. Cierto es que las estanterías están llenas de producto local. Mientras habla de esto, Sonia sale un momento fuera y le entrega una cesta llena de setas a un vecino que se acercaba a por el pan. «Las recogemos nosotros y las regalamos a los vecinos», asegura el emprendedor.
Para Javier, «será complicado» que alguien coja el negocio cuando él lo deje. «Es que a ver, esto da lo que da«, asegura. «Pero yo estoy muy contento, esto es calidad de vida», añade. «A mí me falta tiempo para todo lo quiero hacer». «¿Volvería a Madrid?. No fastidies, por nada del mundo».