«Una copa es mucho. Cien son insuficientes». Con esta frase resumen en la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Zamora (ARZA) el constante riesgo de recaída de las personas que comienzan su lucha contra esta enfermedad. «Una lucha que no termina nunca», reconocen. El vivo ejemplo son el presidente y el vicepresidente de ARZA, Miguel Rojo y Ángel Clavero, que llevan más de treinta y de quince años sin probar ni una gota de alcohol. Y todavía se consideran en rehabilitación. «El riesgo siempre está ahí, el consumo responsable siempre es cero», asegura Clavero.
La Asociación de Alcohólicos Rehabilitados celebra hoy el Día Internacional sin Alcohol y hace un llamamiento a la sociedad para visibilizar un problema que consideran creciente. El principal problema, indica Rojo, es el fácil acceso «a la droga», como ellos siempre se refieren a las bebidas alcohólicas. «En todas las fiestas a las que vamos, ya sean cumpleaños, bautizos o comuniones, hay alcohol». Está integrado también en la vida social de los ciudadanos. «Cuando salimos de trabajar, una cerveza con los compañeros. Cuando vamos a ver un partido, una cerveza con los amigos», reflexionan los dos dirigentes de la agrupación. «Lo fundamental es que hay mucha gente que considera que esto no es una droga», apostilla Miguel Rojo.
Para la psicóloga de ARZA, Ana Vaca, el reto es mayúsculo. «Primero hacemos una evaluación del problema y valoramos una posible derivación a los servicios hospitalarios. Si es así, primero tiene que ir allí y después continúa el tratamiento con nosotros. Terapia psicológica y, cuando lo consideramos preparado, pasa a la terapia de grupo», que se desarrolla los martes y donde acude más de una decena de personas.
«La gente tiene miedo de pasar al grupo», aseguran desde ARZA, porque «incluso ellos mismos consideran que la gente que van a encontrar allí no es como ellos». Después «se sorprenden y dicen mira, son gente como yo». Y es que incluso los propios enfermos tienen una concepción del alcohólico que no se corresponde con la realidad. «Pensamos en la persona generalmente de una cierta edad, sin hogar, que duerme entre cartones, pero no es así», asegura Clavero.
Y es que el perfil del alcohólico, como apunta Rojo, es variado. «La mayoría son hombres», eso no ha cambiado, aunque sí se aprecia un crecimiento en el número de mujeres que busca ayuda en los servicios de la asociación». Y, sobre todo, jóvenes. Hay adolescentes de 16 años que ya han acudido a buscar ayuda a ARZA. «Parece un divertimento pero nadie les dice a estos jóvenes que el alcohol les lleva a la perdición», asegura Miguel Rojo.
«Hay chavales con 16 años que ya llevan varios comas etílicos este año»
Ángel Clavero
Muchos llegan, empujados por sus amigos o familias, a intentar poner pie en pared y solucionar el problema. «Pero pocos se quedan», reconoce la psicóloga, porque «no se ven representados en el perfil de personas que acude aquí. Entonces se van, generalmente vuelven a coincidir con el grupo de amigos con el que bebían y vuelven a la rueda». Generalmente, el punto de inflexión es cuando tienen algún tipo de problema que hace la adicción más visible. «Un golpe con el coche, una pelea, un problema con la autoridad… Los comas etílicos. Hay chavales de 16 años que llevan varios comas etílicos este año», lamenta Clavero.
Uno de los retos de la agrupación zamorana para el futuro es, de hecho, conseguir formar un grupo de jóvenes en los que, al hablar entre ellos, sepan afrontar mejor el problema. En esta línea, desde ARZA llevan a cabo charlas en colaboración con la Universidad de Salamanca, en las que acuden a los centros educativos a exponer el problema del alcoholismo. «Vemos que hay jóvenes que después nos dicen que hemos descrito sus fines de semana y que no eran conscientes de que tenían un problema», asegura Ángel Clavero.
Y es que las dependencias son muchas. Existe la dependencia física del alcohol, que es el grado de adicción «más avanzado». Pero también está la dependencia social. «Hay gente que no sabe salir con sus amigos sin beber, que no entiende el ocio sin alcohol. Eso también es un problema», añade Miguel Rojo. «Es un tipo de adicción que se da más en los jóvenes. Beben solo los fines de semana, pero en realidad son adictos», apostilla Ana Vaca. En las mujeres, en cambio, el origen suele ser otro. «Vemos menos componente social, que empiezan a beber por otros problemas anteriores. En estos casos la recuperación es si cabe más complicada», afirma la psicóloga.
Los casos personales
Tanto Miguel Rojo como Ángel Clavero fueron alcohólicos. Los dos recibieron ayuda de personal especializado y, a día de hoy, los dos pueden considerarse como personas recuperadas. Aunque siempre con la guardia alta, como reconocen. Miguel lleva más de treinta años sin probar el alcohol y es presidente de ARZA «desde el principio de los tiempos», reconoce. Se hizo cargo de la agrupación en 1992. «Cuando bebes lo pierdes todo. La educación, el respeto a la familia. Todo. Yo casi lo pierdo todo. Casi pierdo a mi mujer y a mi hija y me dije entonces que no volvería a probar ni una gota». Miguel consiguió salir del pozo del alcohol a la vez que regentaba un bar, que era su medio de vida. «Fue duro», reconoce, visiblemente emocionado.
«En todas las fiestas, en todos los eventos, hay alcohol»
Miguel Rojo
El caso de Ángel es más reciente. Reconoce que probó el alcohol con seis años y que bebía de forma habitual a los doce. Perdió mucho por el camino. Su trabajo, su familia, sus relaciones personales… «Yo me tenía visto a mí mismo como un despojo, un desecho», asegura. Ángel fue politoxicómano. «El alcohol ya no me era suficiente y me pasé a drogas más duras», asegura. Él es de Salamanca, del barrio de Pizarrales. Allí le pilló la época de la presencia elevada de heroína en las calles de todo el país. «De los 20 que éramos en el grupo solo quedamos en pie dos». No se droga desde hace quince años y ahora dedica buena parte de su vida a intentar que otros no cometan los mismos errores que cometió él.
«Son casos de éxito», reconce Ana Vacas, de gente que ha logrado superar «la enfermedad». Fue precisamente esta palabra la que, reconoce Ángel Clavero, le abrió la puerta a la esperanza. «Yo creía que era un vicioso, nunca nadie me había dicho que estaba enfermo y que me tenía que curar. La primera fue ella», asegura en referencia a la psicóloga de ARZA.