Pasados los días largos y soleados, Escuadro languidece. En invierno quedan nueve vecinos, aunque el padrón diga 23. Los que se quedan son tan pocos que no necesitan a nadie ajeno para hacer la cuenta. El pueblo, ubicado al pie de Almeida, el municipio del que depende administrativamente, jamás fue un lugar superpoblado, pero allá por los 70 sumaba 127 habitantes; nada que ver con lo de ahora cuando, ya bien metidos en noviembre, el día a día transcurre “aburrido” para los que resisten. Así lo define al menos Juan Antonio, uno de los supervivientes de un lugar cuyo futuro ya ni pende de un hilo: está escrito y es solo cuestión de tiempo.
El desenlace se ve venir desde hace años, pero el camino rumbo al vaciado no implica necesariamente una ruta hacia el olvido. Como escudo contra ese destino aparecen los 83 hombres y mujeres que forman parte de la asociación cultural de Escuadro, un colectivo nacido en 2018 y que fijó sus objetivos en base a una encuesta realizada entre sus propios miembros. De ahí salió la ambición por “proteger el patrimonio material e inmaterial y fomentar la socialización” en las semanas en las que este pueblo sayagués cobra algo de vida. Es decir, en verano.
La semilla inicial
Hace ya cinco años que Juan Carlos Jiménez puso la semilla de un colectivo que ahora cuenta con un número de miembros nueve veces superior a la cifra de vecinos de Escuadro. La pandemia y las bajas en la junta directiva mermaron la capacidad de acción del grupo, pero la llama se reavivó el año pasado de la mano de María Jesús Palomino, una mujer sin raíces en la tierra, pero enamorada del pueblo donde cayó gracias a los amigos y el azar allá por el año 2005.
“La hermana de unos amigos se compró una casa en Almeida, luego mis amigos lo hicieron también y me hablaron de una vivienda que habían visto en Escuadro que a ellos no les encajaba con lo que necesitaban. El caso es que la vi, me enamoró y la restauramos”, explica Palomino. Al llegar al pueblo, esta madrileña plantó un árbol que “era una ramita” y que ahora ha crecido por encima de cualquier expectativa, como su apego a la localidad.
Tanto es así que esta docente de profesión, que veranea ahora precisamente en la antigua casa de la maestra, aprovecha ahora cualquier paréntesis para salir de Madrid y venir al pueblo cuya asociación dirige de la mano de una junta directiva “formada por miembros de todas las familias del pueblo”. Con esa representatividad, “todo es más fácil”.
En pos del patrimonio y de la vida social
Su empuje y el de sus compañeros mantiene activa la vida de esta asociación que recientemente restauró un potro de herrar y que tiene en mente ahora el arreglo de una parte del campanario de la iglesia del pueblo. Esas acciones en beneficio del patrimonio se combinan con el acondicionamiento del centro social, que ya cuenta con “mesas y sillas de bar para que sea más acogedor y que la gente se pueda reunir de vez en cuando”.
En los meses de verano, la asociación de Escuadro también coordinó una exposición con fotografías del pueblo, hizo camisetas con el dibujo del potro de herrar restaurado y organizó una cena con baile. “Hasta el alcalde de Almeida se ha quedado boquiabierto con nuestras peticiones y al ver que somos tantos”, destaca la presidenta, que asegura que al menos 40 de los miembros del colectivo están verdaderamente implicados en el desarrollo de las actividades.
En cuanto a la financiación, cada componente del grupo aporta 10 euros anuales que permiten un cierto margen de maniobra a sus miembros. Con esas posibilidades, el objetivo de Palomino y del resto de la junta directiva es organizar más actividades que mantengan vivos los recuerdos de los mayores que crecieron en Escuadro y que generen un sentimiento de pertenencia entre quienes ya nacieron fuera pero se sienten de allí.
No en vano, el grueso de los miembros de la asociación es gente con raíces en la localidad sayaguesa cuya familia tuvo que marchar en su tiempo en busca de la prosperidad. De ahí que uno de los fines de este colectivo sea generar un vínculo: “Las personas más implicadas son hombres y mujeres de 40 o 50 años y sus hijos, chavales de veintitantos”, remarca Palomino, que aboga por fomentar que los más jóvenes “se diviertan” para que quieran seguir viniendo a un lugar que probablemente se encuentre deshabitado cuando ellos alcancen cierta edad.
El futuro que espera
La propia presidenta de la asociación acepta la realidad: “La gente que vive allí es fundamentalmente población ganadera y varios de esos vecinos están a punto de jubilarse, así que ya estamos pensando qué es lo que puede ocurrir”, analiza esta madrileña vinculada a Escuadro, que constata que “el pueblo no tiene bar y no tiene tienda; no tiene nada. A largo plazo, será un lugar de vacaciones”, reconoce.
La gente de la asociación asume lo que viene “con resignación” y con la certeza de que “no se puede hacer nada” para evitar el vacío. Solo queda mantener Escuadro en las mejores condiciones para las temporadas estacionales y conservar el músculo de quienes viven fuera para que el pueblo continúe escribiendo su historia, aunque sea ya de manera intermitente y con el corazón de quienes lo quieren a kilómetros de distancia.