El 31 de agosto de 1801, el ministro del Interior del Gobierno francés, Jean-Antoine Chaptal, presentaría a los cónsules de la República francesa un informe sobre la creación de museos provinciales.
El 21 de septiembre de 2013, el arquitecto del Museo de Zamora, Emilio Tuñón, daría una conferencia con motivo de los 25 años de la renovación de dicho museo.
Dos hechos alejados en el tiempo, pero uno no habría ocurrido sin el otro. Y es que, pese a la lejanía el y recelo habitual con el que se mira hacia los vecinos del norte, los devenires de la historia han ido provocando que ambos países se sirvan de inspiración constante.
La conocida como Desamortización de Mendizábal, que en las escuelas se estudia como poco menos que un aquelarre contra la institución eclesiástica, fue legislada mediante la Real Orden de 27 de mayo de 1837 en la que se establecía la creación de las Comisiones Científicas y Artísticas (“presididas por un individuo de la Diputación Provincial o del Ayuntamiento, y compuesta por cinco personas nombradas por el jefe político e inteligentes en literatura, ciencias y artes”) que tendrían como objetivo la salvaguardia de los bienes históricos-artísticos del patrimonio expoliado. Esta Real Orden estaría inspirada, siguiendo a María Bolaños, en la mencionada Ley Chaptal francesa y sería el origen de muchos de los museos que han llegado hasta hoy. Entre ellos, el Museo de la Trinidad (1837), el Museo Nacional de Escultura en Valladolid (1842) y el más tardío Museo de Zamora, inaugurado simbólicamente en 1877 pero que no abriría sus puertas hasta 1911.
La enumeración del Museo Nacional de Pintura y Escultura, comúnmente conocido como Museo de la Trinidad, no es azarosa. Dicho museo, sito en Madrid, se encargaría de reunir en el Convento de la Trinidad las pinturas y esculturas más representativas de la historia del arte español que se encontrasen en conventos de las provincias de Segovia, Ávila, Toledo y Madrid. Finalmente, en 1872, estas obras pasarían al Museo del Prado.
Como consecuencia de esta fusión, las salas y depósitos de la pinacoteca nacional comenzaron a no ser suficientes para albergar la ingente cantidad de obras que ya no solo procedían de las desamortizaciones, sino de otros orígenes como las adquisiciones estatales de obras premiadas en las exposiciones nacionales de Bellas Artes y que venían de todo el territorio español.
El viaje de retorno
Es a partir de este momento cuando emprenden viaje de retorno a Zamora (y al resto de provincias dentro del denominado como “Prado disperso” y recientemente como “Prado extendido”) obras que habían salido de la provincia o que estaban estrechamente relacionadas con ella, como el descendimiento gótico procedente del desaparecido monasterio de San Jerónimo o la escultura de Nerón y Séneca de Barrón que se encuentran actualmente en el Museo de Zamora, o algunas de las pinturas que hace escasas semanas fueron atacadas en el edificio de la Diputación Provincial.
Este breve (y comprimido) recorrido histórico tiene como fin la justa reclamación ciudadana de un mayor interés por parte de las mismas instituciones que ya en 1837 tenían la obligación de velar por el patrimonio que conservaban y del cual, a día de hoy, son el principal custodio. La acción de un individuo no debe considerarse como representativa del conjunto de la sociedad, pero tampoco como un hecho aislado de fácil remedio mediante el castigo. Este tipo de hechos son la consecuencia de una ausencia de sensibilidad con el patrimonio que es endémica y cuya solución sí corresponde a la administración de turno recordando que el expolio (entendido como maltrato del patrimonio y tipificado por ley) no son solo las acciones directas contra un bien, sino la ausencia de las mismas (conservación y didáctica, ente otras) en pos de su preservación.