El primer Zamora CF de David Movilla (Baracaldo, 1980) supuso el despertar de un proyecto aletargado por casi una década de padecimientos entre la agonía de la etapa final en Segunda B, el intento fallido de regreso inmediato y la irrelevancia posterior en el grupo VIII de Tercera División. El equipo guiado por el entrenador vizcaíno rozó el palo el primer año, pero en los dos siguientes, los de la pandemia, saltó otras tantas categorías hasta alcanzar la nueva 1 RFEF. Todo se torció entonces para el técnico, que salió tras trece jornadas, y para el propio club, que bajó, sufrió un año y medio de penurias y se asomó al precipicio antes de aferrarse otra vez al hombre que le acercó al horizonte del fútbol profesional. En esta entrevista, realizada antes del partido frente al Oviedo Vetusta, el ocupante del banquillo rojiblanco repasa el camino recorrido tras sellar un inicio de campaña que ha sido un alimento para las expectativas de su gente
– Usted estuvo 19 meses sin entrenar después del Barakaldo, justo a continuación de una época en la que reconoce que invertía 16 o 17 horas diarias en su trabajo. ¿Cómo es el momento en el que frena en seco?
– Fue duro. Cuando pienso en ello, las emociones emergen porque fue una de las etapas más difíciles de mi vida. Pasé durante casi cinco meses por un proceso depresivo, no solo por la situación que había vivido a nivel deportivo, sino también por un asunto personal que se me juntó y la verdad es que me costó mucho salir. Fueron unos meses en los que iba de la cama al sofá, del sofá a la cama y sin ganas de hacer nada. Luego, fui saliendo y, como suele pasar con toda crisis, llega la transformación. Dediqué tiempo a formarme, a prepararme y a un desarrollo personal que desembocó en un desarrollo profesional. Cuando evoluciona la persona, evoluciona el entrenador también.
– Incluso, ha manifestado que sus seres queridos llegaron a advertirle de los peligros de dedicarle tanto tiempo a su profesión mientras descuidaba el resto. ¿En qué momento llega el clic?
– Como en todo proceso de crisis, cuando tocas fondo. Es cierto que el fútbol era el foco de mi vida, las 24 horas del día, y encontré un vacío después, pero también vinieron todas las reflexiones de lo que había acontecido, de lo que había sacrificado. Prácticamente había renunciado a mi vida; a mi vida personal, social, familiar, sentimental… Lo había aparcado por la pelota esta. Y cuando tienes ese golpe de realidad te das cuenta de que hay más cosas. Uno de los aprendizajes que saqué es que si tú no tienes una vida equilibrada en todos los ámbitos es difícil rendir bien. Si solo dedicas tiempo a tu vocación, y la mía es el fútbol, estás descuidándote y ni siquiera en tu vocación vas a ser eficaz. Si pones toda tu mente, tu atención y tu energía en lo mismo, eso te quita posibilidad de reflexión, de análisis y de creatividad. Ahora, sigo viviendo mi vocación con muchísima intensidad, pero soy consciente de cuando no estoy equilibrado o centrado, y no estoy poniendo de lo que mi depende para ser buen entrenador.
«El parón de 19 meses me sirvió para adquirir más recursos en el ámbito del liderazgo«
– ¿En ese momento ya estaba en su cabeza la convicción de que para tener éxito como entrenador debía darle tanta importancia a lo táctico como a lo emocional y a la creación de un grupo humano con relaciones de calidad?
– Ya llevaba unos años. En mi última etapa en Leioa, ya sentía que mi liderazgo iba orientado a eso; más hacia las personas que hacia las tareas o lo procedimental. Pero sí es verdad que esos 19 meses me sirvieron para formarme mucho más de lo que había hecho hasta la fecha en ámbitos de liderazgo, de inteligencia emocional, de coaching personal y ejecutivo y de un montón de aspectos que van relacionados con el liderazgo. Hasta ese parón de 19 meses, había entrenado de manera casi ininterrumpida, exceptuando mi salida del Arenas antes de llegar al Leioa. La verdad es que me sirvió para acentuar y para adquirir más recursos en el ámbito del liderazgo.
– Ha citado en alguna ocasión a entrenadores tan dispares como Carlos Terrazas o Marcelo Bielsa entre sus referentes. ¿Es a través de otros entrenadores como llega también a la conclusión de que debe tocar ese tipo de cuestiones?
– No tanto. He tenido y sigo teniendo referentes, que es diferente a ídolos, pero en el ámbito del liderazgo, aunque sí empieza a haber más entrenadores al servicio del equipo y con una forma de liderar con la que me puedo sentir más o menos identificado, la verdad es que los referentes que he tenido tienen poco o nada que ver con el fútbol. Pero sí que hay un profesional con el que me formé, Imanol Ibarrondo, que va relacionado con el futbol y que fue inspirador para mí. Ha estado con la selección mexicana, con la Real Sociedad muchos años, con la selección de Ecuador también, y es una persona que te da una mirada diferente en cuanto a liderazgo. Es de los pocos referentes del ámbito del liderazgo que va relacionado con el fútbol. El resto, poco o nada. Pero tengo la creencia, incluso diría que la convicción, de que para ejercer cualquier profesión tienes que saber de ella y ser competente en lo que te ocupa, pero saber también de personas. Entonces, para ser un buen entrenador, que es mi propósito, tienes que saber de todo lo que tiene que ver con fútbol y personas. Cuando te formas y te preparas, te sacas las formaciones que van orientadas a lo procedimental, a la táctica, a la técnica, al balón parado, a la metodología y poco o muy poco al ámbito del liderazgo y de las personas. Por eso he tenido que ir en otra dirección y ahí he encontrado recursos que para mí son imprescindibles en cualquier ámbito del liderazgo deportivo.
– En su presentación tras el regreso al club, comentó que no veía muchas dificultades a la hora de confeccionar una plantilla, pero matizó que otra cosa sería hacer un equipo. ¿A la hora de llevar a cabo el scouting de los jugadores también se mira la personalidad del jugador? Usted ha comentado ya el caso de Pito Camacho, cuya forma de comportarse ya conocía y le parecía positiva para el grupo.
– Te voy a decir sí, pero no tanto. Hace años tenía la creencia, después de una temporada no tan buena en Leioa, de que debíamos incorporar buenas personas. No fichaba a nadie sin tener una entrevista personal profunda con ese jugador para percibir si eran buenas personas. Ya no creo en ese concepto de buenas o malas personas; pienso que lo que tenemos que lograr es que cada persona consiga conectar con su luz. Todos tenemos nuestra luz y nuestra oscuridad. De lo que se trata es de que la gente esté conectada con lo mejor de sí. Ahora bien, dentro del contexto de lo que me dices, sí tenemos mucho en cuenta las energías y las personalidades, no si es buena o mala persona. De hecho, todas las temporadas hacemos un test de personalidad porque eso puede marcar una dirección o un rumbo a la hora de liderar. Por poner un ejemplo, en mi primer año aquí tenía un equipo muy entusiasta, muy alegre, con mucho corazón, pero con algo menos de reflexión, de pausa y de serenidad. Mi forma de liderarlo fue una. Al año siguiente, el equipo perdió mucho de ese entusiasmo, de esa alegría, pero ganó mucha capacidad analítica, de reflexión e incluso de acción. Entonces, modifiqué mi liderazgo y las dinámicas que traté de implementar fueron en una dirección diferente. Cuando comentas el ejemplo de Pito, yo sé la energía en la que vibra él, porque lo había entrenado ya, porque conozco su personalidad y entiendo que es una energía muy necesaria en un vestuario y muy complementaria. Eso sí, un Pito en el vestuario hay que tener siempre, pero 22 sería difícil de gestionar. Incluso para él mismo.
– ¿Estos vínculos entre el grupo se trabajan principalmente durante la pretemporada, igual que se realiza un trabajo físico y táctico previo, o se desarrolla durante todo el año al mismo nivel?
– La pretemporada es una fase trascendental. Como no hay ámbito competitivo, puedes trabajar con mayor profundidad muchísimas cosas. Y tampoco hay errores. Todo el jugador está con la mochila llena de ilusión, todo el mundo está abierto, todos quieren explorar, vivenciar y experimentar con el otro, y de alguna manera no existe esa carga emocional que puede provocar un resultado, jugar o no jugar o una lesión que te impide competir. Dentro de eso, esto se tiene que seguir alimentando y creando el contexto idóneo para que siga creciendo. Es como si tú quieres ponerte fuerte: no vas a ir al gimnasio solamente una vez al mes o vas a ir diez o veinte días para un año entero. Eso tienes que seguir trabajándolo. Y los vínculos de calidad requieren de experiencias, de conversaciones y de una potenciación. Tenemos el propósito de crear unas relaciones extraordinarias y también de evitar lo que pasa en muchos grupos; que se generen grupitos dentro del mismo equipo donde se polarice la energía, donde se discrimine o donde entre ellos vean lo que les separa y no lo que les une. ¿Por qué? Porque la adversidad en los equipos siempre llega. La diferencia en los equipos de alto rendimiento es cómo gestionan esa adversidad. Hay malas rachas, lesiones, malos arbitrajes, impagos… y cualquier situación se va a sostener muchísimo mejor a través de unos vínculos de calidad.
– ¿Identifica esos peores vínculos entre los jugadores con las temporadas en las que a sus equipos le ha ido peor? Por poner un ejemplo, ¿había unos vínculos de más calidad en su Zamora de los ascensos que en el del año de 1 RFEF?
– Yo creo que no sería ni justo ni objetivo comparar. En los años que he estado aquí, los jugadores que repetían, durante los dos o tres primeros meses, me decían: es que este vestuario es diferente. Claro, lo comparaban con el final de la temporada anterior. Esto es una evolución. Tú no puedes comparar ahora este equipo con el que acabamos siendo el año de Almendralejo, porque aquel llevaba meses y algunos jugadores incluso años juntos. Habíamos creado algo ya que estaba dentro del ADN, que estaba metido en sangre. Bajo mi punto de vista, comparar esa temporada con la siguiente… En la jornada 13 fue mi salida, pero en la jornada 6 yo estaba fuera ya y no pudimos construir eso. Yo no sé de qué hubiese sido capaz ese equipo y si hubiésemos hecho un grupo de alto rendimiento de aquella plantilla, nunca lo sabremos. Lo que tengo muy claro es que ese proceso no fue concluso, no se terminó y no podremos saber nunca qué hubiese podido lograr ese equipo, si se habría salvado o no. Está claro que acabó descendiendo, pero se cambiaron muchas cosas, no solo de entrenador, sino de ideas y de jugadores. Creo que fueron ocho salidas y seis entradas en el mes de enero, entonces si yo hubiese permanecido aquí se habrían tomado otras decisiones en otra dirección y de otra forma. Nunca sabremos cómo habría acabado, pero nunca se puede comparar un equipo en su fase de construcción con otro en su fase de rendimiento y de realización.
«En el año de 1 RFEF, mi salida fue en la jornada 13, pero en la 6 yo ya estaba fuera»
– ¿Un año como este, en el que se ganan los seis primeros partidos, da tranquilidad a la hora de trabajar cosas que no tienen que ver solo con lo deportivo?
– No voy a negar que las victorias nos dan tiempo, porque los proyectos en el mundo del fútbol, salvo contadas excepciones, carecen de él. Muchas veces no hablamos de proyectos, sino de apuestas. Los proyectos necesitan tiempo y proceso, por lo que esas victorias que hemos obtenido nos pueden permitir cierta estabilidad para seguir gestionando, para seguir construyendo, para dar valor al proceso y, sobre todo, para generar una ilusión que, aquí en Zamora, por lo que he percibido, no estaba arriba. Ahora creo que la gente se empieza a ver identificada con el equipo, se empieza a ver que equipo y afición somos uno, y yo creo que eso es positivo para que el proceso pueda llegar a su máxima expresión.
– A pesar del buen inicio, ha habido un par de asuntos que han podido alterar el funcionamiento del vestuario. La primera tiene que ver con las suplencias de Dani Hernández, que ni siquiera ha ido convocado en algún partido. ¿Cómo se gestiona eso con un jugador que lleva 250 partidos en el club?
– Yo siempre digo que nuestro pasado más reciente es lo que nos permite y nos habilita el poder estar aquí. Todos los jugadores de esta plantilla están aquí por eso. Ahora, el presente y lo que pueda ser el futuro, es en el verde. Voy a compartir algo que yo les transmito a ellos: mi relación con los jugadores es personal, pero mis decisiones son profesionales. A partir de ahí, el valor añadido que tiene Dani está a ojos de todo el mundo y yo no soy ajeno a él. Es más, lo valoro mucho y él lo sabe muy bien porque he hablado con él, hasta en tres ocasiones, de cuál es mi visión sobre él de cara a los próximos años si yo continúo aquí. El valor añadido de Dani es que, esté o no dentro del verde, suma por este escudo. A partir de ahí, tomar decisiones implica elegir y renunciar. Cuando elijo a once estoy renunciando a que jueguen otros doce. Y yo ahí no miro pasado, trayectoria o DNI, solo rendimiento y las posibilidades de que esos once sean los mejores para iniciar ese partido. Con Dani concretamente, y con más jugadores, ha habido momentos esta temporada en los que igual no han sido la mejor opción a nivel de rendimiento, pero sí a nivel de energía, a nivel de liderazgo o de inicio de partido. Con Dani estoy encantado, él sabe el aprecio que le tengo, pero también que defiendo este escudo siempre tomando las decisiones que, con aciertos y errores, considero que son las mejores para el equipo. ¿Es diferente a otro jugador? Evidentemente, lo que representa Dani solo se podría comparar, con matices, con Carlos Ramos. Siendo diferente, vamos a hacer una proyección: Dani todavía va a dar muchísimo por este escudo, va a tener muchos minutos y muchas oportunidades de seguir rindiendo y aportando dentro del campo, porque fuera ya lo hace, pero seguramente dentro de cinco u ocho años Dani ya no va a formar parte de este equipo o su protagonismo, con el paso de los años, no será el mismo que ha tenido. En ese proceso, lo que yo siento y percibo, es que tiene una madurez cada vez mayor para entender que no es la cantidad de minutos, sino la calidad dentro del verde y su valor añadido fuera de él. Por eso, no solo le respeto, sino que sabe que mientras yo sea el entrenador del Zamora va a tener un sitio aquí. Lo que Dani aporta a este equipo va mucho más allá de lo que el aficionado ve.
«Mientras yo sea el entrenador, Dani Hernández va a tener un sitio aquí»
– Otra de las posibles alteraciones llegó en la derrota contra el Pontevedra por 0-4. En la rueda de prensa posterior, dijo que el equipo estaba dolido pero estable. ¿Cómo se consigue eso después del vaivén de emociones que provoca pasar de las seis victorias seguidas a ese varapalo cuando podían irse a diez puntos del rival?
– En términos clasificatorios, pocas veces se habla en el vestuario, y si se habla es al final de la temporada. El potencial del Pontevedra está a la vista de todos, no es que lo diga yo. Nuestro presidente estuvo comentando con la presidenta del Pontevedra los números que manejaban y están muy lejos de los que tiene el Zamora a día de hoy. A nivel de rendimiento, pudimos ver en aquel partido la diferencia que hubo a 15 de octubre entre los dos equipos. Como me preguntas cómo se gestiona, primero con la realidad. Nosotros en ningún momento hemos sido ajenos a que hemos tenido un buen inicio, pero que la realidad no era la que marcaba la clasificación en la jornada 6, ni iba a ser extrapolable a la jornada 34. Un equipo no puede engañarse. Si un equipo se engaña, la decepción o la frustración se va a apoderar de él. Ni cuando van muy bien las cosas ni cuando van muy mal, y voy a poner un ejemplo que antes se ha mencionado. En el año de 1 RFEF, hasta la jornada 8, en cuanto a rendimiento, estábamos teniendo unos ítems de los mejores de la categoría. Éramos el equipo que más generaba en cuanto a expectativa de gol del grupo, según las diferentes plataformas, pero el que menos marcaba, y éramos el sexto al que menos le generaban, pero de los más goleados. En la jornada 8, nosotros no podíamos engañarnos respecto a la cercanía de puntuar, aunque reconozco que de la 8 a la 13 esos registros bajaron por diferentes motivos. Este año, en la jornada 6, nuestros registros no eran para llevar 18 puntos, no podemos engañarnos, ni para llevar esa diferencia con nuestros perseguidores. ¿Cuándo eres estable? Cuando tu percepción de la realidad es acorde a la realidad propiamente dicha. Ahora, evidentemente nos duele ese resultado. Un equipo de alto rendimiento, si no tiene ese punto de orgullo y de amor propio, le falta algo. Tiene que estar bien canalizado, pero nos ha dolido ese resultado.
– ¿Las emociones negativas, bien enfocadas, ayudan tanto a nivel personal como colectivo?
– La clave no es lo que te pasa, sino cómo piensas o cómo actúas respecto a lo que te pasa. Eso es gestionar bien la emoción. Si tú piensas con virtud sobre todo lo que te acontece, vas a ser capaz de canalizar bien esa energía, incluso esas emociones que sientes de orgullo herido, de frustración o de ira. Ahora, mal canalizada… El día del Pontevedra, una de las virtudes que tuvo el equipo fue que, con ese resultado y en ese contexto, era probable acabar con diez o con nueve jugadores por una entrada fuera de lugar. En estos casos, tienes que aceptar lo que está pasando. No resignarte, aceptarlo. Y una vez que lo aceptas, pelear por cambiarlo. Y en eso estamos. Tenemos un reto tremendo por delante. No solo crear un equipo de alto rendimiento, sino tratar de acercarnos al rendimiento competitivo que tiene el rival que nos pintó la cara el 15 de octubre.
– Ese mismo día, la gente respondió a la derrota mayoritariamente con aplausos al equipo. En esa conexión con la grada, ¿siente que ha cambiado algo a su vuelta, tanto por parte de la gente en general como en su relación con el público o se ha encontrado lo mismo que dejó?
– En lo que tiene que ver conmigo, yo me siento tremendamente agradecido, incluso en los momentos de adversidad. Yo recuerdo mi último partido aquí, en la anterior etapa, en el que nos gana el Racing de Santander 0-3 y yo oigo que corean mi nombre. Siempre me he sentido querido aquí. Pero hay un matiz que quiero mencionar, y es que las muestras de cariño que yo recibo no son más que signos de reconocimiento hacia el equipo. Yo no juego, yo no paro penaltis, yo simplemente soy una cara muy visible de lo que este equipo representa y ha representado en el pasado. En mis años aquí hemos vivido momentos deportivos muy, muy potentes, pero también derrotas y momentos de adversidad, y ahí he sentido mucho aprecio, mucho cariño, mucha empatía. Eso que he sentido no es una muestra de cariño hacia mi persona, sino hacia lo que el equipo transmite en el verde. El otro día perdimos, el otro equipo fue superior, nos ganaron, pero representamos el escudo con honor.
- Le voy a citar varios momentos de su trayectoria en el Zamora, tanto negativos como positivos, para que describa la sensación que le viene a la cabeza al recordar esos momentos:
– Derrota en Haro.
– Dos cosas: en primer lugar, aprendizaje. Aprendimos mucho de esa eliminatoria. Y, en segundo lugar, generamos una expectativa que no estaba acorde con la realidad. Eso creo que está en nuestro haber, pero estoy tan orgulloso de esa temporada como de las dos siguientes. De esa manera lo sentí.
– Ascenso contra la Gimnástica Segoviana
– Sensación del deber cumplido, pero gracias a Haro conseguimos aquello. Gracias a Haro conseguimos estar 21 partidos sin perder. Gracias a Haro creamos la energía idónea para esa eliminatoria. Yo percibía que era imposible que no ganáramos esa eliminatoria, imposible.
– El gol de Piña en León
– Uf. Alegría, vínculo con la grada y un partido con un guion de ciencia ficción. El guion del partido no podía haber sido mejor.
– Este momento (el periodista muestra una fotografía de Emilio Fraile en la que aparece David Movilla, con la afición del Zamora detrás, camino a la eliminatoria por el ascenso a Segunda frente al Badajoz en Almendralejo).
– Con el paso de los años me emociona más verla por lo que representó. Un momento de pandemia y de adversidad en el que la ciudad y la provincia se ilusionaron con un equipo. Nunca una derrota ha sido tan honorable como aquella.
– Solo en el campo tras la derrota contra el Racing previa a su salida en 2021.
– Uf, esto toca las emociones bien… Difícil, difícil (…). Diré que sentía responsabilidad como entrenador, preocupación por la situación clasificatoria del equipo y, por otro lado, como todos tenemos nuestro ego, y aunque yo trato de que no dirija mi vida y que vaya de copiloto, también de dolor porque no estábamos siendo capaces de superar las circunstancias que estaban aconteciendo en torno al equipo. Creo que hubo muchas situaciones que llevaron a aquello, que jamás las puse como excusa y nunca he salido a una rueda de prensa a justificarme para nada, pero sí es verdad que eso nos estaba superando. También sentía impotencia de visualizar el camino y de no poder llevarlo a cabo.
– La llamada de Aldama para volver.
– El primer momento es de ilusión muy contenida. Casi siempre ha guiado mi futuro el corazón y creo que ahí tuve mucha cabeza. La ilusión fue creciendo, porque la primera conversación que yo tuve con él fue en Madrid y vuelvo a Bilbao viendo que no va a ser posible. Y luego, gracias a una conversación con un amigo, él utilizó el arte de la mayéutica y me hizo la pregunta adecuada. Y con aquella pregunta (chasca los dedos) apareció esa luz y esa luz desencadenó otro encuentro en el que esos aspectos que veía inviables se fueron transformando en posibilidades.
– ¿Qué pregunta le hizo su amigo?
– ¿Qué necesitarías o qué se tendría que dar para que tú volvieras a Zamora?
– ¿Y su respuesta?
– Me aparecen un montón. Iba en el coche, paré, saqué la libreta que siempre llevo y me puse a anotar y a visualizar. ¿Qué habría que mantener?, ¿qué habría que transformar? Creo que un líder tiene que tener una visión y yo ahí la tuve, pero tiene que ser compartida. Si no es por Víctor… Yo sé que en ese momento existía la posibilidad de que no hubiese fútbol en Zamora. Lo sé perfectamente porque me lo dijo en Madrid. Y a partir de ahí, de hacer de los dos uno, vino la conversación con Aarón, con Fernando dos semanas después… Fuimos construyendo todo y creo que tuve esa visión para poner en marcha los procesos que hicieran viable la optimización del rendimiento deportivo. Cuando nos sentamos la primera vez vi que todo eran adversidades que no me garantizaban la seguridad de que íbamos a llevar esto a puerto; ahora tengo la convicción de que estamos construyendo las situaciones para garantizar que podemos llegar a puerto. Ahora, hay otros rivales que también juegan, pero llegar a puerto va más allá de una clasificación. Lo he hablado con el vestuario y creo que hay cosas que me quedan por vivir aquí, que hay cosas que no he llegado a vivir aquí, quiero vivirlas y creo que podemos vivirlas. Y luego creo que el legado que dejó aquel equipo, si hubiésemos hecho algunas cosas diferentes o añadidas, habría sido mucho mayor. Es lo que pretendemos, dejar un legado muchísimo mayor, que a este Zamora se le recuerde dentro de unos años con una impronta mayor en la ciudad y en la provincia.
– Usted es uno de los seis entrenadores que más partidos ha dirigido al Zamora y, de ellos, el que mayor porcentaje de victorias tiene, por encima de un 60%. ¿Qué le transmite ese dato?
– Me transmite dos cosas: la primera, que he tenido futbolistas extraordinarios, si no no habría sido posible. Los entrenadores dependemos de los que meten goles, que son ellos. La segunda es que espero que esto lo mire con el paso de los años. Uno de los activos que ha tenido este equipo es que jamás se ha regodeado en los récords o en los hitos que ha conseguido, que han sido muchos en estos años atrás. Yo no soy una excepción. No tenía ni idea del dato, pero creo que la continuidad es buena para cualquier equipo, así que, si dentro de dos o tres años yo sigo aquí, creo que va a ser bueno para el Zamora. Pero no por David Movilla. Diría lo mismo de cualquier persona que estuviese sentada en esta silla: la estabilidad es buena, porque los proyectos requieren de ella. Si en un Atlético de Madrid o en un Osasuna, con una continuidad tan amplia de sus entrenadores, están consiguiendo esos hitos año tras año es porque hay sentido común y estabilidad. Ni Jagoba Arrasate ni Simeone son magos, pero hay estabilidad. A mí el club me ha dado buenos recursos humanos y deportivos, y la estabilidad adecuada para conseguir esos hitos.
– Si continúa una temporada más aparte de esta, se convertiría en el entrenador con más partidos al frente del Zamora. ¿Esto le motiva?
– No sé si cuando ya me jubile, que espero que sea dentro de muchos años, miraré de otra manera esos números que destacas, pero ahora no porque creo que el mérito de que haya fútbol en Zamora es de un señor llamado Víctor de Aldama y de todo el contexto que, desde el presidente al resto de la estructura del club, lo permite. Creo que tengo demasiado por delante como para mirar atrás. Igual en mi lecho de muerte te tengo que llamar para que me des los datos. Hace unos años llevaba más los números, pero no lo tengo actualizado. Lo bueno es mirar adelante siempre.