Los tiempos verbales son determinantes en la delimitación de nuestros pequeños sucesos. Como si de líneas trazadas en el suelo se tratasen, pasado, presente y futuro marcan las casillas consecutivas en la cotidianeidad. Gracias al tiempo pasado encerramos de manera casi irreversible en ese baúl llamado memoria todos los días que hemos superado. El tiempo futuro se nos antoja como una hipótesis, y, si bien para mirar al pasado tenemos que girar la cabeza, para hacer lo propio con el futuro hemos de levantar la mirada.
La mayor problemática la plantea el presente. Un tiempo en constante evolución, amorfo y definido sólo por encontrarse encerrado entre lo que ya pasó y lo que ha de venir. ¿Cuánto dura el presente? Un tiempo predominante en la narrativa con la que nos hablamos a nosotros mismos, que en ocasiones dura horas y en ocasiones segundos. Un tiempo con fenomenología pareja a lo que siempre se refiere sobre el silencio: al nombrarlo, desaparece.
El pasado determina quiénes somos, y cómo lo somos. El futuro determina quiénes y cómo queremos ser. Es, por lo tanto, el presente una incertidumbre. Es el preciso instante en el que tenemos ambos pies posados habiendo terminado un paso y a punto de comenzar el siguiente. ¿Qué hacer con el presente? Una ubicación fluctuante, dispuesta siempre para que la vivamos y la rellenemos. Es el presente la posibilidad futura de construir recuerdos que narraremos en pasado.
En este presente nace Enfoque. Procedente de un pasado cercano, conocido, palpable. Un pasado que nos da la certeza y seguridad de que el suelo que pisamos en este instante es amigable, que nos invita a dar el siguiente paso hacia el futuro. Un futuro todavía indefinido, un futuro que podemos imaginar con ambición. Un futuro para darle nuevos márgenes a las páginas en las que se hable de nosotros, de Zamora y su provincia.
Enfoque puede narrar un futuro donde la presencia del pesimismo que invade el relato sobre nuestra tierra no ocupe un lugar predominante. Un futuro que se alimente del pasado despojándose de lo ya conocido, lo detestado, lo idolatrado. No es un futuro sencillo. Es algo que nos obliga a un esfuerzo intelectual para dotarnos de una nueva significación. A reinterpretar los signos del fracaso y convertirlos en marcas viales de un camino de persistencia, levantando la mirada hacia los lugares a los que aún no hemos llegado.
Por todo ello el único tiempo verbal en el que cabe hablar desde Enfoque es el presente. El mínimo instante, siempre a punto de desaparecer, desde donde podemos construir. La única parte de nuestra existencia manejable a nuestro antojo. El presente, fuente y a la vez estanque de incertidumbre que podemos navegar.
En este presente en el que nace Enfoque se nos invita, casi de forma obligada, a reposar y reflexionar sobre el pasado sin detenernos más en la conmiseración, para dar el siguiente paso que nos lleve siempre hacia un futuro que será tan grande como nos propongamos.